Lamentos de españolito

¿No tiene este golpe bajo alemán algo de soberbia de europeo rico ante el tipo de españolito sesentero con boina?

En nuestros cortos conocimientos de Derecho Político, dábamos por hecho que ciertos mecanismos de seguridad de nuestra Constitución estaban diseñados siguiendo la estela de la de Bonn, la misma que impusieron los aliados a los alemanes como una solución más de las muchas que se tomaron para armar un nuevo orden mundial después del 45. Pensábamos, inocentes europeos del sur, que el Estado quedaba bien blindado ante posibles intentos destructores maquinados desde dentro, tanto desde la órbita del Derecho Administrativo con la aplicación (todo lo timorata que se quiera) del conocido artículo 155 como del más expeditivo Derecho Penal, con los delitos de sedición y rebelión como diques de contención contra los saboteadores del Estado.

La decisión de un tribunal menor alemán, entrando hasta la cocina sobre el fondo del asunto, de descartar el procesamiento a Puigdemont por el delito de rebelión en España, no sólo es mala por las consecuencias punitivas que puedan recaer finalmente sobre el impresentable (mirándolo de manera desapasionada, sólo los muy optimistas que siguen con las banderas decoloradas en los balcones se creen que éste hubiera sido condenado aquí por ello) sino por la sensación de desprotección, de impunidad, de traición desleal urdida desde el mismo corazón de la Unión Europea. ¿No tiene este golpe bajo alemán algo de soberbia de europeo rico ante el tipo afortunadamente olvidado de españolito sesentero con boina recién salido del pueblo?

Se miren las normas de convergencia al derecho y al revés, y se pongan como se pongan los delicados juristas que intentan convencernos con argumentos imposibles, el hecho de que un país de la Unión que lleva en la misma más de treinta años no pueda juzgar a un prófugo de su justicia por la injerencia de otro es una cosa sencillamente impresentable, dice muy poco de la muy aireada colaboración y lealtad entre los estados miembros y, de paso, da alas a la de por sí ya nutrida plebe de euroescépticos varios.

Posiblemente, mirado con perspectiva, el factor internacional poco contemplado sea el más favorable a los intereses de los secesionistas, y lo ocurrido en un pequeño lánder de Alemania no sea más que una muestra de lo que nos espera si no reconducimos la cuestión en lo esencial a lo político. Pero una cosa es esa, y otra además se aproveche para darnos lecciones de democracia.

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