La mañana se ha nimbado de luz en los corazones. Es Jueves Santo. Jueves de amor eucarístico. Jueves de esplendor en los altares con Cristo expuesto. Jueves de liturgia que embarga el corazón, para recrearnos en los más profundos misterios de nuestra fe. Jueves de Jesús andante en los pasos procesionales que embargan de letanías la catequesis popular. Jueves de Oración y Vera Cruz. Jueves de emociones incontenidas en las lágrimas de unos rezos que brotan en nuestro auténtico sentir. Jueves Santo, Tuyo, Señor, para adorarte en los altares expuestos de nuestra vida de creyentes. Tu Jueves y nuestro Jueves de tradición, encerrados en una alegría que al llegar la tarde se irá ensombreciendo con el dolor de una sola palabra oscura y penetrante: Muerte.

Durante el día todo está lleno de luminosidad, porque Jesús en la Eucaristía está en nosotros.

Dios, el Dios del Amor, el que se entregó por los hombres, el que hizo el milagro de la resurrección, el que nos devolvió la vida, pasa hoy las horas expuesto en el altar.

Amor fraterno para repartirse en la caridad de los hombres. Luz que ilumina los corazones con la esperanza de un nuevo amanecer. Hoy el milagro del pan y el vino es figura real de Cristo en su presencia en el altar.

Cuando el sol se esconda por las calles tristes del dolor pasionario, nuestra meditación es pura realidad.

Se acerca la hora de la traición en el Gólgota. Las nubes del dolor ya ocultan los cielos y nosotros aquí, arrodillados ante la cruz, mirando tus brazos ensangrentados, contemplando tu cuerpo herido, sentimos los miembros doloridos y Tu muerte a nuestra vida ya ha pasado.

Doble visión, en unas horas, que unen plegarias de luces y de sombras. Alegría de un día grande en Eucaristía viva. Dolor profundo y miedo, cuando las sombras hacen más larga la agonía de la Cruz y todos se nos vuelve confusión incomprensible por la muerte del mayor de los justos.

Hoy, en este Jueves Santo, con recuerdos de tradiciones ya olvidadas, me uno en el cielo de una Huelva que ante tus pasos de lenta marcha procesional, arrodilla su faz y se reza contigo en testimonio de una fe que brota, mana, sin parar, de nuestros corazones fervientes.

Perdona, Señor, nuestras bajezas, nuestros olvidos, nuestras cobardías... Hoy estamos a Tu lado, con el cirio encendido de nuestra plegaria pidiendo Tu perdón.

Hoy, Jueves Santo, es día de Gloria porque la Eucaristía nos brinda lo mejor para el alma: Tu presencia.

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