El pasado arqueológico de Huelva siempre constituye una sorpresa agradable para todos. Habitamos encima de una cantidad de recuerdos del pasado que no han sido valorados en la medida que ellos merecen, aunque es cierto que en los últimos años se ha adelantado mucho en ello, sobre todo por la labor de recogida, conservación, estudio y exposición en nuestro querido Museo Provincial.

Hubo un tiempo, muchos lo recordarán, en los que los trabajos arqueológicos eran muy pobres pero muy valiosos. Hablo de los años 40 y 50 del pasado siglo, cuando la labor de conocidos onubenses salvaron reliquias sorprendentes, como los trabajos que hiciera entonces Carlos Cerdán, que se depositaban en un pequeño museo hecho por el Puerto, en la carretera de la Punta del Sebo, en un edificio al que llamábamos la Fábrica de Gas donde se reponían las boyas de la ría.

En aquellos tiempos colegiales, íbamos hasta aquel lugar a contemplar los objetos que allí se guardaban, la mayoría de apariciones en la ría en los dragados periódicos.

Pero fue en los años 60 cuando a raíz de unos descubrimientos fortuitos hechos en el Cabezo de La Joya, en casa de un gran amigo, Felipe Martínez de Acuña, se da a conocer y salta el interés y la importancia por realizar excavaciones en el lugar.

En Huelva, el profesor y técnico más cualificado en la materia era otro gran amigo, Juan Pedro Garrido con su esposa, que dirigieron unas excavaciones portentosas por sus descubrimientos que en el Museo están hoy día.

Yo escribía entonces las noticias y trabajos realizados en el diario Odiel, del que fui director. Y con todo aquel material lo recopilé en un libro titulado De Saltés a La Joya, que fue el primero que en plan informativo periodístico se hacía sobre tales descubrimientos. Hace ya más de medio siglo.

El libro editado en la desaparecida Imprenta Colón, sita en la calle Ginés Martín, tuvo muy buena recepción integrándose en la Colección del Instituto de Estudios Onubenses, sito en la calle Sor Paula Alzola.

Hace unos días. nuestro compañero y amigo Eduardo Sugrañes recordaba aquellas apariciones de la necrópolis orientalizarte, cuyas piezas viajaron hasta el Metropolitan de Nueva York, en un magnífico trabajo, como todos los suyos, que nos recordaba aquellos tiempos en los que Huelva comenzaba a moverse con interés por su pasado arqueológico.

Una labor ya en marcha que aplaudimos y apoyamos, deseando que el edificio del antiguo Banco de España, sea algún día ese gran Museo Arqueológico de Huelva que la ciudad se merece.

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