Al filo del ocaso del año que acabamos de dejar atrás la Cámara de Comercio se lamentaba de la "inanición inversora" que padece la provincia "que lleva a su economía a unos niveles del todo preocupantes que nos alejan del ansiado progreso socioeconómico que no somos capaces de alcanzar". Se confirmaba esa evidente astenia que social y económicamente sufre Huelva de tal modo que "la fotografía es la misma que, no sólo en el ejercicio anterior, sino durante décadas, presentamos". Al tiempo que el pleno cameral reconocía la incapacidad para atraer hasta aquí proyectos de inversión que incentiven la industria auxiliar y de transformación, se constataba que ha sido el sector industrial el que ha mantenido el poder adquisitivo y que debe seguir apostándose por la reindustrialización, cuando parece que han quedado en el olvido "importantes inversiones de las que ya ni siquiera se habla".

En las postrimerías del mes de diciembre, en el transcurso de la última reunión del año de la Junta Directiva de la Federación Onubense de Empresarios (FOE) se volvía a poner de relieve lo que venía ocurriendo a lo largo de este ejercicio, el malestar y a la vez la preocupación de la patronal onubense por no lograr avances decisivos en materia de infraestructuras, habiendo dejado pasar otros doce meses "sin haber sido capaces nuestros responsables políticos de conseguir aquellas obras imprescindibles para nuestro desarrollo", según constaba en el comunicado hecho público por la institución. Además de lamentar la falta de liderazgo para reivindicar esas infraestructuras, destacaba "cómo otras provincias mejor desarrolladas que la nuestra han seguido percibiendo dotaciones presupuestarias que doblan o triplican las cantidades que Huelva necesita, convirtiéndola por tanto en la gran olvidada en el panorama nacional". A la reivindicación se ha sumado el sector turístico.

En lugar de eclipsarnos por celebraciones conmemorativas de dudosa huella en el ámbito del progreso, el emprendimiento y el avance cultural y en alegrías gastronómicas, cuya materialidad práctica está por ver, en el año recién comenzado deben plantearse pragmatismos más responsables, perentorios y determinantes que favorezcan las inversiones y las infraestructuras imprescindibles. Los empresarios onubenses deben revisar sus relaciones con las distintas administraciones, nacional, regional, provincial y municipal -aquí sin oposición-, y reclamar de ellas las implicaciones que les corresponden para aumentar convincentemente su nivel de exigencia y consecución de sus persistentes e incumplidas promesas. También es urgente invocar del empresariado su responsabilidad como sociedad civil de compromiso en la inversión y en las iniciativas llamadas a incrementar y fortalecer el desarrollo de una provincia que en muchos aspectos lleva demasiado tiempo en un alarmante estado cataléptico.

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