Mañana a las 10:00 se acaba el plazo para que Carles Puigdemont traslade a los españoles si el coitus del martes fue interruptus o no. Ése es el plazo que Mariano, el hombre tranquilo, Rajoy, le ha dado para que clarifique si sus intenciones secesionistas siguen adelante y el espantoso ridículo que vivimos en el Parlament el pasado martes tiene continuidad.

A la misma hora en que el president tiene que responder a Moncloa, el mayor Trapero y los jordis, Sànchez y Cuixart, acudirán a la Audiencia Nacional para declarar por los delitos de sedición y rebelión por los que se les investiga en los juzgados de Madrid. Es más que posible que Trapero vuelva a poner cara de pescao e insista en que él es un mandao tanto como que los jordis se nieguen a declarar como mártires de un conflicto en el que no reconocen al tribunal. Está claro que ni a éste ni a ninguno más allá de los que monten de juguete en su Cataluña libre para purgar a los malos españoles y amnistiar a los buenísimos catalanes.

Rajoy afronta mañana una nueva prueba de fuego. Y lo hace como es él: sin torcer el gesto, sin pestañear, tranquilo y con el puro en la mano, conocedor de que nadie le gana a paciencia. El hombre tranquilo tiene claro que su estrategia le llevará al triunfo y, vistos los resultados, parece que va teniendo razón. Si Puigdemont cede y da marcha atrás, salvará su pescuezo del paseíllo judicial y de las sanciones que le puedan caer. Al tiempo que mantendrá en su terruño a los centenares de empresas que ya se han dado el piro. Esto es clave, porque no debemos olvidar que a los padres de la patria catalana cada vez que se les toca el bolsillo les entra una cagazón importante. Si hay retractación, Rajoy se ha comprometido con Pedro Sánchez, el renovado estadista, a abrir un proceso de revisión de la Carta Magna. Una modificación que se ve necesaria pero que nadie concreta porque existe un resquemor ciudadano a que el melón que se abra se limite a consolidar ciertos privilegios autonómicos y deje de lado problemas que preocupan y mucho a los españolitos de a pie. A modo de ejemplo, en los últimos días, los grupos de wasap son un hervidero de opiniones entre las que surge una que dice que ya que se abre la Constitución podría hacerse para recentralizar la sanidad y la educación. Es una petición ciudadana, alejada de estrategias políticas fruto de la observación del desastre generalizado que ambos traspasos han generado en el país. La sanidad universal está en crisis y la educación aculturiza.

Mañana entramos en la tercera semana de este desafío secesionistas. Si Puigdemont cede habrá elecciones: catalanas seguro y nacionales más que probablemente. Pero si Carles se mantiene en sus trece tendremos suspensión de autonomía, ración de 155 y un incremento de la tensión en la calle que sabe Dios por dónde puede salir. Todas las opciones permanecen abiertas y el país sigue en vilo mientras Puigdemont decide si lo suyo es interruptus o no. Qué jartura de panorama. Y todo por un puñado de monedas.

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