Caleidoscopio

Vicente Quiroga

Inmovilismo

Recordarán ustedes, si siguen estas columnas, que sólo hace unos días, el pasado jueves, escribía aquí sobre la vigencia de la gran novela 'El Gatopardo', de Tomasi di Lampedusa, de la que realizó una inolvidable película Luchino Visconti. No lo hacía a humo de pajas. Mi recuerdo, además de referirse a la conmemoración de los cincuenta años de la muerte de su autor, era absolutamente intencionado. Por eso enfatizaba una famosa frase del libro puesta en boca de Tancredo Falconeri, cuando dice al protagonista, su tío Fabrizio, príncipe de Salina: "Si queremos que todo siga igual es preciso que todo cambie".

Tancredo, nunca viene más a cuento el nombre cuando hablamos de inmovilismo, en el contexto de la obra, explicaba a su tío su adhesión al ejército de camisas rojas de Garibaldi y su participación en la revolución que decidió después la reunificación italiana. En suma se trataba de cambiar algo para que todo siga igual. Uno mira la cruda realidad de nuestra actualidad política y no puede menos de evocar esa frase. Y cabe congeniarla con esa otra que tanto se repite, sobre todo con ocasión de cada período electoral: "más de lo mismo".

Cuando se pierden unas elecciones o se rebaja considerablemente el índice de votos logrados, uno piensa, ingenuamente en una consiguiente autocrítica, en una auténtica catarsis, en los partidos que sufren esa merma. Nada más lejos de la realidad. Unos y otros buscan desesperados lenitivos y justificaciones aunque la fiesta vaya por dentro y haya un inevitable llanto y crujir de dientes, que encuentra consuelo cuando para muchos todo sigue igual y continúan viviendo ricamente de la política.

Y entonces sí, es bueno cambiar algo para que todo siga igual. Para unos y para otros los ilusionados fulgores de la campaña electoral se van apaciguando, se va quedando en agua de borrajas. Sí hemos de celebrar una venturosa novedad: Los últimos comicios han determinado la caída de los nacionalismos convirtiéndola en auténtico batacazo. Los partidos de vocación territorial suman en esta legislatura menos escaños que en ninguna otra, lo cual es una buena noticia para la necesaria proscripción de tan trasnochadas tendencias. Lo malo es que la ley electoral les permite representaciones parlamentarias que se les hurtan a otros partidos. Y eso hay que cambiarlo.

Pero las grandes formaciones que van configurando un inevitable bipartidismo no quieren cambiar eso. No les interesa. Y en el fondo todo sigue igual. Y cuando, como ahora, ninguno de los dos partidos preponderantes en este duelo electoral ha conseguido la necesaria mayoría, pese a ver aumentado su número de escaños, siempre se puede recurrir al apoyo de fuerzas minoritarias que tratarán de sacar partido a ese favor. Ocurre sin embargo que en esta ocasión al gran perdedor la derrota no le ha servido más que para cambiar algo, para que, como decía Falconeri: "todo siga igual". ¿No estaremos ante un inmovilismo que, como vemos, está estrangulando una posibilidad de cambio a todos los efectos?

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