Se fue el verano. La vida se pone en marcha con esa pausa cotidiana que marca octubre en su inicio, después de un largo periodo donde hicimos alto en muchas cosas que ahora vuelven a su cotidianidad esperada. En ese balance veraniego que ya es memoria, tiempo pasado, recuerdo en suma, tuvimos, como signo de la propia vida, que decir adiós para siempre a amigos entrañables, familiares, conocidos que ya rindieron su etapa de existencia entre nosotros, rumbo a unas metas eternas llenas de una luz nueva y esperada.

En Palos de la Frontera se nos fueron dos amigos que durante años fueron seguidores de tantas causas onubenses, llenas de sentimientos históricos que vivieron con todo entusiasmo y amor a la tierra. Ninguno de los dos había nacido en esta tierra. Pero la hicieron suya. Y la defendieron y amaron con todo su corazón extrovertido en las tradiciones y celebraciones históricas anuales.

Uno de ellos, José Mª Tejero, nos deja un recuerdo de hombre serio, intelectual y trabajador. Una mente clara que ofreció sus conocimientos como profesor de la Universidad. Casado con una mujer extraordinaria, Pilar Pulgar, se ató con ella al cariño y a la lucha por el engrandecimiento de Palos. Un amigo ejemplar, noble y sincero. Hoy nos deja su huella eterna.

Otro, Pedro Montero Espinoso, marino, caballero de Isabel la Católica, cordial, generoso, amigo y entregado a la historia palerma. Con Amparo, su mujer, establecieron su hogar junto a La Rábida y sus vidas fueron paralelas en el cariño a nuestra gentes. Hoy navega en aquel barco en la que tanta veces nos cruzamos por la ría de Punta Umbría, hoy tu mar es infinito.

Y en el sentimiento familiar, agosto cuando rompía la frontera con septiembre se llevó a un hombre bueno, de temperamento serrano, nacido en Cumbres de San Bartolomé, que fue un fiel continuador de la estirpe que tanto bien hizo a la Sierra, poniendo en marcha su industrialización eléctrica y el comienzo de su futuro esperanzador. Me refiero a Román Talero Navarro, tan querido y conocido en nuestra serranía onubense, que nos dejó apaciblemente junto a la orilla del mar soñando en esa otra orilla alta y celeste de un cielo tan cercano a los montes de su cuna natal y los de las tierras jienenses tan familiarmente unida a su vida. Román, hizo honor a su nombre y apellido, pura historia serrana de Huelva, donde el recuerdo familiar continúa en esa inmensa labor allí labrada por tres generaciones familiares.

Tres nombres incardinados a la historia provincial que hoy dan grandeza a sus vidas y dejan eterno y agradecido recuerdo para el futuro. Descansen en paz.

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