Después de un 2016 cargado de planificación y de declaraciones de intenciones, Huelva se encuentra inmersa ya en un 2017 cargado de retos que se antojan fundamentales para su futuro. Estamos ya en el año en el que la gastronomía onubense ha de servir de reclamo para que la cifra de turistas que acuden a la provincia se incremente de manera exponencial. Un objetivo en el que la celebración del 525 aniversario del descubrimiento -sigo llevando mal lo del Encuentro de dos Mundos, lo siento- debe elevar la buena imagen en el exterior de la mano de nuestro pasado colombino. El del turismo, por raro que pueda parecer, es uno de los sectores que mayor margen de mejora tiene en la provincia. Acostumbrados a ser el patio de recreo de media España a través de pisos y alojamientos veraniegos, iniciativas como las anteriormente citadas suponen una gran oportunidad para desarrollar y, sobre todo, profesionalizar una pata clave de la economía provincial. Si somos capaces de conseguir una reducción en la estacionalidad que padece nuestra costa, habremos dado un paso de gigante.

En este sentido, se antoja fundamental que las claras intenciones manifestadas por el Ayuntamiento y la Diputación cristalicen en proyectos serios y rigurosos. Existe una importante coincidencia entre todos los ámbitos sociales, políticos y económicos en que este año que acaba de comenzar es muy importante para Huelva y deben ser las dos principales administraciones de la provincia las que lideren y capitalicen esta realidad. Es hora de abandonar esa sensación de provincia incomunicada y olvidada por su posición geográfica; y en esa lucha cuanto más ruido y más alto podamos hacerlo se antoja fundamental.

Ese incremento de la visibilidad externa onubense debe servirnos también para que proyectos largamente demorados y olvidados se puedan hacer realidad. La mejora de las infraestructuras, la posible consecución del aeropuerto y la llegada de nuevas inversiones industriales serán mucho menos complicadas si Huelva logra hacerse oír allí donde se toman las grandes decisiones. En este empeño habrá que exigirle a nuestra representante en el Gobierno central que reme con más fuerza todavía para desbloquear proyectos que, como la Zona Franca planteada por la Cámara de Comercio en el Puerto, pueden ser un importante elemento generador de riqueza y empleo.

Y todo ello desde la unidad. Eso no significa practicar el borreguismo ni renunciar a la lógica, y recomendable, labor política. Lo que ello quiere decir es que administraciones, instituciones, colectivos empresariales y movimientos sociales están obligados a tener muy presente que por encima de sus intereses particulares está el bien común de todos los onubenses. El cainismo ha sido en demasiadas ocasiones un elemento de freno del desarrollo provincial y el causante de no pocos de los males que nos aquejan en la actualidad. Superar esa miopía demostrará que de verdad hemos evolucionado. Y si logramos eso, pocos muros podrán frenarnos.

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