Noviembre está siendo un buen mes para la cultura en Huelva. Al Otoño Cultural Iberoamericano (Ocib) que arrastramos ya desde octubre, le hemos unido esta semana dos acontecimientos de primer nivel. El primero, el Festival de Cine Iberoamericano que arrancó el viernes por la noche es un clásico y cita en la capital todos los años a exponentes principales del séptimo arte de uno y otro lado del charco. El segundo, celebrado el lunes en las Cocheras del Puerto, fue el proyecto La lengua viaja a América. Esta iniciativa, capitaneada por un maestro de la escena como es el onubense José Luis Gómez bajo los auspicios de la Real Academia Española, es posiblemente uno de los montajes más potentes que hemos tenido al alcance en los últimos años: por la calidad de los textos, de los intérpretes y la ambición de reclamar el peso de nuestro idioma en la gesta colombina.

Son buenas noticias en un panorama que en los últimos años intenta revitalizarse. Que ve nacer librerías, florecer exposiciones y que contempla una programación más variada y definida en el Gran Teatro. Son buenas noticias, pero aún son pocas. Ésa es la realidad. Polémicas como el posible/supuesto traslado del Museo Arqueológico al edificio del Banco de España han silenciado la buena labor que hacen tres valientes en el edificio de Sundheim en pos de fomentar la oferta y dar a conocer el vasto patrimonio que atesora una tierra en la que hace 3.500 años ya había cosas que contar. Un silencio que esta semana ha tratado de romper un grupo de arqueólogos que piden que la Isla de Saltés deje de ser un erial en mitad de la ría para convertirse en un lugar de patrimonio vivo desde el que contar que Huelva siempre ha sido lugar estratégico. Un olvido que hace que Fuentepiña y el pino de Platero desafíen cada año a la dejadez y el abandono mientras resuenan de fondo los ecos de un poeta que dicen que ganó el premio Nobel de Literatura... y era de Moguer.

Un pueblo que no cuida su pasado, que no fomenta la cultura y que no educa a sus jóvenes generaciones es un pueblo condenado al atraso. Huelva da tímidos pasos para que la cultura gane presencia en sus calles y plazas con festivales, exposiciones, actuaciones y ferias, pero hace falta más. Hace falta dotarla de más y mejores salas de exposiciones -y vaya aquí el reconocimiento a las instituciones y privados que mantiene con vida las existentes-. Hace falta mimar con denuedo a nuestro Festival de Cine, al Otoño Cultural, al Festival Latitudes... a nuestros creadores, artistas, escritores y cantantes. De la cultura sale el avance de la sociedad. En estos tiempos en los que parece que la tecnología todo lo puede y que las máquinas todo lo hacen hemos de ser conscientes de que es la cultura la que nos diferencia como seres humanos. Porque nos hace pensar, sentir y actuar. Y en una tierra con la historia que tiene ésta dejarla de lado es un pecado mortal.

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