Arias breves

Rafael Ordóñez

Gritarían las piedras

OPORTUNA entrevista dominical, en estas páginas, con el obispo de la diócesis en el pórtico de la Semana Mayor de Huelva. Repaso a la actualidad, a la presencia en el mundo de hoy de la comunidad de seguidores de Jesús, el Señor. Cuando el compañero Sugrañes le preguntaba al prelado sobre la actitud de la Iglesia ante los temas que han levantado recientes ampollas como la defensa de la familia, formada por un hombre y una mujer con sus hijos, o la defensa valiente, decidida, casi en solitario, de la vida, desde su inicio hasta su consumación, el sucesor de los apóstoles decía que la Iglesia no puede callar, aunque lo que defienda sea impopular. Naturalmente que sí, don José. Venimos de celebrar la apertura de esta semana sin par con el Domingo de Ramos. En aquél primer domingo de palmas y olivos, Jesús, el Señor, fue vitoreado y aclamado por los que en Él ya intuían lo que era y es: el Redentor del mundo. Y fue así que algunos aguafiestas trataron de acallar a los más vehementes, a aquellos que enronquecían gritando: "Bendito el que viene en nombre del Señor". La respuesta del Maestro no pudo ser más elocuente: "Si estos callan, gritarán las piedras". Por eso no podemos callar. Porque si enmudecemos, hablarán los riscos, los montes, los adoquines todos. Han sido demasiados los que lo han intentado antes de ahora. Desde el siglo primero hasta este último malhadado del veinte. Y hay quien no se ha enterado, quien no ha aprendido nada. Y de nuevo tratan de enmudecernos, de recluirnos en las sacristías, en las capillas y en los cenobios. Tratan, de amedrentarnos diciendo que nos van a quitar esto o aquello y que nos van a poner impuestos por tocar campanas y hacer procesiones. Nerón, Diocleciano, Decio, Hitler, Stalin, Mao y demás cuadrilla de sátrapas se quedaron en el intento. Visto aquello, lo de hoy nos parecen serpentinas y confetis.

Pelillos a la mar, polémicas al viento de la ría, y centrémonos en la tarde de hoy: vuelve Jesús de Pasión a sus calles, a su ciudad, con su gente. Vuelve a su escenario, a Huelva. Hacia Él irá, otro año, nuestra mirada, nuestro ruego, nuestra fidelidad. Señor de Pasión cargando sobre sus hombros toda nuestras debilidades, nuestras angustias, nuestras soledades, nuestras crisis, nuestros desempleos, nuestras separaciones, nuestros abandonos, nuestras violencias, nuestras insolidaridades, nuestras cegueras. Sólo Él, y nada más que Él, tiene el bálsamo, la terapia oportuna, para curar esas nuestras heridas, ya demasiado numerosas, demasiado sangrantes ya, por demasiado tiempo abiertas. Por eso, no podemos callar.

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