Mis hijos no quieren ir a dormir allí, pasamos mucho miedo. No se me olvidará nunca el sonido del fuego, cómo crujía la madera y sonaba el viento. Fue una sensación asfixiante; el humo no te dejaba ver a dos metros en la playa cuando bajamos". Así me contaba su experiencia un amigo que tuvo que dejar su casa y salir corriendo en la madrugada de hace una semana cuando el incendio de Moguer se plantó de pronto en el que hasta entonces había sido su paraíso. El fuego, ese animal insaciable y que todo lo devora a su paso, ha dado un susto monumental a miles de personas en Huelva. Las imágenes de las llamas descontroladas, quizás el más temible enemigo que la naturaleza pone en marcha de vez en cuando, se nos ha clavado en lo más profundo de la retina y han arrasado miles de hectáreas del corazón natural de Huelva. Afortunadamente, la actuación del Infoca, la ayuda de la UME, de las fuerzas y cuerpos de seguridad y de todos cuantos pudieron echar una mano convirtieron lo que podía haber sido una tragedia en tan sólo una pesadilla.

Porque si hay que sacar una primera y fundamental lección del incendio es la unidad que se ha vivido para acabar con él. Administraciones de distinto signo político no han dudado en trabajar codo con codo. Han puesto cuanto tenían a su alcance para que las llamas sólo -e insisto en el sólo- hayan ardido durante 60 horas. Ha sido edificante ver a ministros sentados en la mesa con consejeros. A técnicos del Infoca organizando dispositivos con miembros de la UME. Ha sido una bonita lección escuchar los halagos entre unos y otros. No sólo en los días de la crisis, sino cada jornada que ha transcurrido desde que acabó lo peor.

Y aquí es donde viene la segunda y peor lección de esto. Mientras los representantes institucionales se unen para solucionar la devastadora huella de las llamas, miembros del PSOE y del PP saltan a ladrar poniendo todo en duda. Lamentable fue ver a Cristina Narbona azuzando a los perros de las redes o a Carmen Crespo mezclar el culo con las témporas. Triste es ver al PP pedir comisiones de investigación en la Diputación. Mientras miles de onubenses y turistas miran hacia delante, mientras nos estamos jugado el futuro de una campaña turística clave para la provincia, es indigno ver a algunos enmierdando la buena labor realizada. Eso por no hablar de los conspiranoicos, de los falsos ecologistas, de los amantes de la basura mediática, de los que sin tener ni zorra idea veían arder Doñana, de los que parecían más preocupados de salvar a los linces que a las 50.000 personas atrapadas en Matalascañas. Qué hartura, qué estomagamiento producen. Qué pena que algunos utilicen lo que sea en busca de un titular, en el camino de socavar al adversario político, en su estúpida carrera por sembrar todo de sombras.

La principal lección del incendio de los pinares de Moguer ha sido el comportamiento de los equipos de extinción, la serenidad de una población aterrorizada, la unión institucional en la lucha contra las llamas. Seguro que hay muchas cosas que mejorar, muchas medidas de prevención que tomar. Sin duda habrá que desbrozar la tierra, aunque esa será labor menor comparada con lo que hay que hacer con algunos cerebros obtusos.

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