Tres manifestaciones consecutivas en demanda de mejoras en la sanidad pública, varias oleadas de la "marea verde" por una educación pública de calidad y un aviso de convocatoria exigiendo las infraestructuras que esta provincia precisa, invitan a pensar que de aquella Huelva de hace unos años, pasiva e indiferente a lo que sucediera a su alrededor, a la Huelva actual existe un abismo, que la Huelva resignada y conformista va aprendiendo a revolverse ante las injusticias. Sería maravilloso pensar que este cambio sea debido a la valentía y a la madurez de los onubenses, pero nada más lejos. Reconozcámoslo, tengamos el valor de admitir todo lo que les debemos a nuestros representantes políticos.

Para reforzar mi teoría, citaré algunos acontecimientos ocurridos en Huelva últimamente: cuando se paralizó el CEUS, el esperanzador proyecto para el sector aeronáutico de Aviones no Tripulados, por falta de financiación, no tardó el delegado del Gobierno de la Junta en culpar a Rajoy de no prever fondos europeos para su desarrollo. El PP devuelve la "pelota" y culpa a la Junta de no haber puesto ningún dinero para este proyecto. En infraestructuras, ahora viene el Ministerio de Fomento justificando el retraso en las obras del AVE a la ausencia de la Declaración de Impacto Medioambiental. Los socialistas le recuerdan que data del 2008. Contraataca el PP: "Ésa no vale, hay que actualizarla". Otra, el consejero de Salud, ante la insistencia del PP para la finalización del Chare de Lepe, se defiende acusando al Ayuntamiento lepero de no ejecutar la urbanización de los accesos. Los populares, por su parte, responden que la sanidad en Andalucía es competencia de la Junta.

Los combates en el Parlamento andaluz entre populares y socialistas (el resto forma parte de un coro invisibilizado) son célebres. Tampoco se queda atrás el Ayuntamiento de Huelva en sus rifirrafes. Da la impresión que el objetivo del trabajo municipal o parlamentario se acerca más a conseguir un tanto para su grupo ("por mí y por mis amigos") que al logro del bien común. Aquella idea romántica de la democracia, como fuente de gobierno, con la que tantos hemos evolucionado, se encuentra en decadencia y los elogios que Pericles le dedicó, cuestionados. Pero quedémonos con la versión optimista. Gracias a nuestros políticos, la ciudadanía está concienciándose de que su papel no es el del espectador de un partido de tenis. Quiere jugar y en primera línea, si es posible.

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