Visiones desde el Sur

Gallo de veleta

Viajar por Londres con Alfanhuí es casi como ir con Don Quijote y Sancho por la National Gallery

Ayer mi compañero Javier Sánchez Menéndez hacía alusión en su columna a Sánchez Ferlosio. Se da la circunstancia de que me encuentro en Londres y mientras voy de un lado para otro viajo en compañía de Industrias y andanzas de Alfanhuí, una de las obras más maravillosas de Sánchez Ferlosio -que ataco con fruición cada vez que puedo en esta ciudad gris, de ciudadanos que corren de un lado para otro, normalmente desde casa al trabajo y viceversa-, porque aquí, entre la niebla, la humedad del Támesis y lo cortos que son los días en esta época del año, cuando te das cuenta te tienes que acostar otra vez y el tiempo ha volado como un sueño -releyendo, decía, una vez más esta original obra de arte del Premio Nacional de las Letras Españolas y Premio Cervantes, entre una ringlera de reconocimientos de las que nadie se acuerda o más bien poco-.

Viajar por Londres con Alfanhuí en el bolsillo y en la mente, es casi tanto como ir acompañado por Don Quijote y Sancho Panza por la National Gallery, el Tate Modern o el British Museum por no extender más la nómina.

Qué pensarían estos tres personajes; qué cosas se dirían unos a otros y me gritarían a mí -supuestamente el menos loco, aunque yo tengo mis serias dudas- para que deshiciera algún entuerto, sorprendiera a una nómina de ladrones que roban por medio mundo, arremetiera o no contra los partidarios del Brexit; qué pasa, qué pasa, sí, Paco Huelva, diría alguno, con el Banco de Londres y el por qué esta ciudad junto con Tokyo y New York son las que reparten el bacalao en esto de la pasta que va y viene, o que ni va ni viene, porque ahora el dinero en el bolsillo o en el banco no lo tienen más que los pobres, porque los ricos lo tienen en la nube o es dinero telemático, que vaya a saber usted que será esa cosa, diría Alfanhuí y confirmaría Sancho; pedirían que Gibraltar se hiciera autónomo o que fuera gobernado por Sancho Panza como la Ínsula Barataria, acordarían imponer en España, al regreso, que todos los museos Nacionales o públicos, fueran gratis, como aquí, para que la ciudadanía conozca las obras que pintaron nuestros ancestros y que mantenemos con nuestros impuestos y por qué entonces, nos cobran otra vez para poder verlas, que si así adónde vamos a llegar, diría Sancho, a lo más a montar en un asno, Señor, y Don Quijote manifestaría: no me calientes Sancho, que ya sabes cómo las gasto. En fin, y yo sería el gallo de la veleta de Ferlosio que con el pico de hierro y un solo ojo, debería resolver todo esto que me abruma.

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