¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Flor blanca

Si alguien ha ganado el mal llamado "conflicto vasco" ha sido el PNV. Sólo hay que pasear por el País Vasco para comprenderlo

Qué curiosa es la memoria. Cuando ETA nos sirvió el pasado miércoles una nueva entrega de su folletín La disolución, acudió a nuestra cabeza el fantasma de un polémico artículo que Haro Tecglen publicó el 5 de mayo de 1998 con motivo de la muerte de su enemigo periodístico Antonio Herrero. En su día, aquel texto nos hirió por su impiedad. Sin embargo, al releerlo hoy, también se nos antoja como una pieza antológica, lo cual no eleva su escaso vuelo moral. Lo llamativo es que la pieza nada tiene que ver con la banda terrorista vasca y sí con los ajustes de cuentas de este "oficio de malvados" -como lo ha definido Arcadi Espada- que es el periodismo. ¿Por qué, entonces, hemos relacionado un hecho trascendental de la historia más reciente de España con una mera trifulca entre plumillas de colmillos retorcidos? Lo desconocemos, pero quizás sea por una frase del artículo en la que se mezclan la crueldad y ese aliento poético que, de vez en cuando, se cuela en los periódicos: "Deposito mi flor en la tumba [la de Antonio Herrero, se entiende]: es blanca, como la indiferencia". No se nos ocurre mejor manera de definir la mezcla de hastío y mala leche con la que la sociedad española ha recibido la desaparición de ETA, una noticia mil veces anunciada y nunca culminada.

ETA ha sido derrotada, es cierto, y la totalidad de sus miembros están en la cárcel, criando malvas o huidos. Pero nos queda el sabor amargo de los 829 asesinatos -más de 358 de ellos sin resolver- y la sensación de que, de alguna manera, algunos de los objetivos de la banda terrorista han sido alcanzados. Recordemos la mil veces citada frase del ínclito Arzallus que resume a la perfección la naturaleza del problema: "Unos mueven el árbol y nosotros recogemos las nueces". Nos da la sensación de que ETA desaparece en el momento que los recolectores ya han esquilmado el nogal. Que nadie lo dude: si alguien ha ganado el mal con el llamado "conflicto vasco", éste ha sido el PNV, el denominado "nacionalismo moderado", que ha sabido navegar en este asunto con la meliflua ambigüedad de un jesuita de novela volteriana. Hoy por hoy, el PNV es dueño indiscutible de las provincias vascas y es capaz de condicionar la política nacional como casi nunca lo había hecho antes. La construcción de Euskadi se ha consumado y sólo hay que darse un paseo por sus valles y ciudades para ver hasta qué punto el Estado español ha desaparecido de su paisaje. ETA ha sido derrotada; su herencia, no. Ahí es donde hay que librar la próxima batalla.

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