Como don Juan y don Luis yo no falto a la cita. Indudablemente no es en la Hostería del Laurel. Hoy, aquel lugar sevillano de la más tradicional literatura teatral, dramática, místico religiosa, se ha transformado en un bar de copas.

Con ecos de zarzuela lejana, típica e inolvidable para muchos, diríamos que los tiempos cambian que es una barbaridad. Y barbaridad es si hoy, en estos atribulados días que vivimos, quisiéramos volver a la utopía zorrillesca (de don José), para encontrarnos de nuevo con la figura de aquel pendenciero, enamoradizo y violador de don Juan Tenorio.

Cada año, al llegar estas fechas los versos del inmortal vallisoletano, que fuera socio de la Colombina Onubense, y cuyas palabras sonaran en los actos de 1892 en el gran salón comedor de la Casa Colón, vuelven a nuestra mente con cierta nostalgia muy definitoria del carácter español de una época de la que todos llevamos algo dentro.

En esta ocasión del decimoséptimo año del siglo XXI, la recordada obra teatral vuelve a ser ausencia en nuestros escenarios. La gente joven no conoce al Tenorio tradicional, a lo más lo confunden con un cantante televisivo. Pero muchos recordamos la de veces que acudimos a esas funciones teatrales e incluso la de veces que la leímos por radio o casi interpretamos en el pequeño escenario de la Academia de José Antonio, en el callejón del Mora. Era otra Huelva. Eran otros tiempos.

He leído que este año con guía turístico incluido se están haciendo visitas tenoriescas al hispalense cementerio de San Fernando, en Sevilla. ¡Hay gustos para todo! Nosotros seguiremos poniendo el vídeo, donde guardamos las grabaciones de aquel famoso Estudio 1 de TVE, donde grandes figuras de la escena nos recordaban el drama tenoriesco.

Yo estoy seguro de que si don Juan se encontrase con una chavala de nuestra época, quedaría anonadado del desparpajo femenino de hoy y en cuestiones de amores haría el más completo ridículo.

Siempre quedará la moraleja, cuando expliquemos a nuestros nietos la vida y muerte del Tenorio, decirles que su salvación eterna la obtuvo por un minuto de contrición. Que existe un Dios de la clemencia que siempre espera ese minuto notorio para salvar un alma como (diría Zorrilla) salvó la de don Juan Tenorio.

Mi cita de este año ha quedado cumplida, mi carta ha concluido entre los gritos de esos malditos que colman de estruendo el carnaval sevillano de don Juan.

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