Feliz Navidad

Debe ser muy triste vivir en esa amargura feroz, en ese abrazarte a lo que no eres tú

Aunque algunas veces me patine alguna neurona aislada, cosas de la edad, el conjunto de ellas aguanta bien la caída de las hojas del calendario. O lo que es lo mismo, no he perdido la cabeza al colocar el título de esta columna. Hoy es 13 de junio y es festividad de todos los Antonios y Antonias. La felicitación que encampana este artículo va dirigido a ayuntamientos, como el de Granada y Torremolinos, no he detectado otros, que han colocado carteles, luminosos y guirnaldas en las calles de sus ciudades varias deseándole un Feliz Ramadán a la población musulmana. Estos ayuntamientos y muchos más son los que cuando llegan las fiestas navideñas se limitan a desearnos Felices Fiestas. Resulta que se pirran por felicitar al 1,5% de la población española y detestan hacerlo al 80 o 90% de los españoles que venimos celebrando la Navidad como Navidad desde hace más de dos mil años. En Navidad no nos dicen Feliz Navidad. Eso se llama tocar las narices, dicho en lenguaje que pueda ser publicado en este benemérito periódico. En la edad que tengo, que ya no es corta, jamás nos habíamos felicitado los españoles la Navidad con el Felices Fiestas hasta que lo decretó la moderna modernidad. Incluso mucha gente de bien, que no quiere ser tildada de antigua, te dice lo de las fiestas. Cierto es que la mayoría sigue con el Feliz Navidad o con el Felices Pascuas.

¿A estos ayuntamientos tan islamófilos qué le hemos hecho los españoles cristianos para que día sí y día también nos metan un dedo en el ojo, en la nariz, en el oído y en salva sea la parte? Mi conclusión es que los que rigen estos consistorios, para desgracia de esas ciudades, viven inmersos en eso tan delicuescente y actual como el odio, la aversión o el rencor, como queramos llamarle. Destilan su bilis de repulsión hacia España, hacia su historia, hacia su cultura, hacia sus raíces, aprietan los dientes contra las edades contemporáneas, modernas, medias y antiguas de una nación con tres mil años de historia, y su desamor llega hasta Atapuerca y más allá todavía. Desde la Guerra de la Independencia hasta Numancia, pasando por Lepanto y América escupen sobre todo lo que huela a español. Y esa bilis corrosiva los lleva a buscar aliados en todo lo que sea lo contrario al fundamento de esta nación que odian tanto y que son Roma y la Cruz. Al final son dignos de atención y compasión. Debe ser muy triste vivir en esa amargura feroz, en ese abrazarte a lo que no eres tú, en definitiva, en esa pulsión de muerte que diría un colega freudiano. Feliz Navidad, pues, queridos.

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