Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Falta alguien

NO sé si le lector ha echado a alguien o a algo de menos en el trepidante y apasionado debate sobre las descargas de obras amparadas bajo el derecho de autor en internet. En apariencia no falta nada ni nadie. Más bien parece que sobraran los que tratan de sacar ganancia política al hilo de la vehemente discusión. Hagamos un somero repaso. Están, desde luego, los internautas, que han suscrito una declaración en la que defienden la libertad de copia como un derecho más fundamental que el de la defensa de la propiedad intelectual. Están también, aunque medio ocultas, las multinacionales de la telefonía, que son un elemento principalísimo de la controversia, pues su negocio equivale a vender megas y más megas para que nos bajemos del ciberespacio hasta los propios agujeros negros.

Están, por supuesto, los políticos y la señora Ángeles González-Sinde, ministra de Cultura, que, como hemos descrito en otro artículo, sigue equivocándose en lo que menos debiera: el cine de sus entretelas que tan extraordinariamente conoce y el método para preservar los derechos de autor. Y un poco más allá de ella, presto a corregir a cualquier miembro de su gabinete que pongan en riesgo el semillero de votos que aún le queda, el presidente del Gobierno. Y, ojo avizor, la oposición, dispuesta a sacar tajada.

¿Quién falta entonces? Echen cuentas y verán: falta, lo escribiré con mayúscula, el Senegalés, el personaje que en la alegoría pirata ha representado durante años al filibustero de carne y hueso; el elemento del clan pirata que ha sido castigado y a cuya costa los ayuntamientos se han lavado la conciencias. Incluso la sociedad de autores ha repartido reconocimientos a los municipios que más discos y senegaleses han incautado y detenido.

El otro día el Ayuntamiento de Granada montó una exhibición de sus cuerpos policiales, avisó a la prensa, apostó en buenos sitios a los fotógrafos y mandó cien policías a participar en una coreografía tan espectacular como indigna contra un puñado de personas que armados con varios de esos aparatos que hay en las rebajas de Media Mark se dedicaban a multiplicar discos.

Ahora, cuando el debate ha ido a mayores y se han expuesto los verdaderos intereses que hay en juego, desde los derechos fundamentales hasta la eliminación de la propiedad intelectual, y se han reunido en sínodos los ministros, la oposición, los internautas, los abogados y otros entendidos de postín, me pregunto: ¿dónde está el senegalés usado por las mafias para traficar y por la policía para engordar sus balances?

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