DE la misma forma que digo que las pretemporadas son muy mentirosas, también pongo en cuarentena lo que haga un equipo en el primer partido tras un cambio de entrenador. Salvo (des) honrosas excepciones, en el estreno de los técnicos, sus equipos respectivos suelen protagonizar algo parecido a una catarsis, que no siempre tienen continuidad en el tiempo, volviendo a las andadas a las primeras de cambio.

Extraer conclusiones tras un estreno de entrenador acarrea siempre el riesgo de cometer errores, pues en esa primera vez se suele jugar con una intensidad muy superior a la que ha sido la habitual. Simplemente porque los jugadores, generalmente egoistas, saben que tienen que dar el do de pecho lo antes posible para hacerse un hueco en la lista de predilectos del nuevo jefe del banquillo.

Por eso no lanzo las campanas al vuelo ni, por supuesto, dramatizo tras la primera puesta en escena del Recre con Agné como técnico. Simplemente me aferro a lo visto en el Ciudad de Valencia para decir que si este nuevo Recre sigue los parámetros marcados en el primer tiempo, hay motivos para esperanzarse... eso sí, siempre y cuando en enero el club se retrate en eso que llamamos mercado de invierno.

El Recreativo que se vio en el primer tiempo del Ciudad de Valencia se asemeja mucho más a los equipos que suelen triunfar en Segunda División, donde el fútbol metalúrgico tiene más recorrido y garantiza más éxitos.

En ese periodo fue un equipo compacto, apenas sin fisuras, dominador de la situación, y al que sólo le faltó esa pizquita de calidad para convertir en pases de gol los muchos balones robados al contrario. Esa pizquita de calidad que, se quiera o no, está en el mercado de invierno. Vamos, eso creo yo.