España, el 'drag' y un autobús

No se puede comprender que se quiera prohibir la expresión de semejante obviedad

Quererla como es. No queda otra ante las cosas de esta España nuestra. Si hoy, nos dicen a todas horas, hay que querer como es y por narices todo lo que nos resulta insoportable, ¿no lo vamos a hacer con España? Quererla, sin siquiera aspirar a mejorarla -¿cómo mejorar nada si ya no sabemos lo que es el bien ni el mal? ¿Acaso nadie es mejor que su vecino?-, ni mucho menos intentar el imposible de comprenderla, es lo que nos queda a los que perseveramos en la manía de ser y sentirnos españoles, de no renunciar de una vez por todos a este país de locos que empieza a revestir caracteres de manicomio de los de antes. Y no digamos en Carnaval.

Gran escándalo en los medios y en las redes sociales, rasgamiento de vestiduras de todo tipo de autoridades "degeneradas", amenazas e incitaciones a la peor violencia, intervención del fiscal, secuestro de bienes particulares mediante uso abusivo de la fuerza pública sin mediar mandamiento judicial… Todo esto a cuento de un autobús de la asociación Hazte Oír pintado con el mensaje "Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. No te dejes engañar". Y algún cuerdo entre los locos se preguntará: ¿y dónde está el problema? Porque no se puede comprender que se quiera prohibir la expresión de semejante obviedad. ¿Qué clase de mente sucia hay que tener para ver en ello un ataque contra la transexualidad, que diría un tolerante habitual? Sin embargo, se premia y se retransmite a medio mundo desde un canal público internacional el zafio y blasfemo espectáculo del carnaval de Las Palmas que todos ustedes ya conocen. El rizo sólo posible en España se riza cuando el drag del demonio declara, muy en serio, ¡que se está preparando para profesor de Religión!

Quererla como es. Monseñor Cases, obispo de Canarias, en carta dirigida a sus feligreses, ha reprobado la salvaje blasfemia y apelado, con dolido acento, a las masas que participan en las populares romerías de su diócesis. Pero, ¿se puede dudar de que muchos de los que este lunes aplaudían la feroz ofensa a Cristo y a la Virgen María han sido ayer devotos romeros? Incluso, muy probablemente, el travestido protagonista del escarnio y aspirante a pío profesor, no en vano fue alumno del instituto diocesano de enseñanza que el mismo señor obispo dirige. ¿Cómico? ¿Patético? ¡Quién soy yo para juzgar! España, no te soporto pero te quiero.

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