Efecto placebo

Con la salida del Reino Unido de la UE y la elección americana, el mundo anglosajón abandona Europa

Lo de Trump no es tanta novedad. En la Costa del Sol conocimos a un personaje parecido. Es como si los americanos hubiesen elegido a Jesús Gil como presidente. El perfil de millonario, zafio, evasor de impuestos también se ha dado antes en Europa, con Berlusconi. La líder de Podemos en Andalucía ha tachado a Trump de "populista". Como suena. Teniendo en cuenta que su propio jefe Iglesias se confiesa populista, Teresa Rodríguez tiene un problema de identidad.

Aunque acierta; el nuevo presidente de EE UU es un populista sin ideología. Eso según la óptica de Francis Ford Coppola es buena señal. El cineasta piensa que será pragmático y evitará ser punta de lanza de la extrema derecha ideológica, en religión o en política. Como efecto placebo no está mal. Pero su visión no parece compatible con el cafre que ha triunfado en América.

La crisis de 2008 supuso el descrédito de las instituciones en las democracias representativas. Y los populismos, de derechas y de izquierdas, se han colado por esa grieta. Con salida del Reino Unido de la UE y la elección americana, el mundo anglosajón abandona a Europa. Si el escenario actual no se parece al de los años 30 es justamente por eso. Entonces proliferaron regímenes reaccionarios en el viejo continente. Pero los hijos del crack americano optaron por lo contrario; más democracia y políticas sociales: eligieron a Roosevelt en 1932, 36, 40 y 44.

Europa tiene ahora el papel inverso; actuar de contrapeso. Y pagar la factura. Es un protectorado militar americano desde la II Guerra Mundial y el nuevo presidente piensa que la OTAN deben pagarla los europeos. Pero en el Este hay un riesgo cierto. Putin, admirado por Trump, sueña también con volver hacer grande a Rusia. A costa de la integridad territorial de Ucrania o de mantener al dictador El Asad en Siria; dos situaciones que puede ratificar Trump.

¿Habrá efecto dominó? En diciembre hay repetición de las presidenciales austriacas, con un populista de derechas contra un ecologista. Italia vota el mismo día la reforma constitucional de Renzi, que rebaja el papel del Senado, reduce el número de parlamentarios y limita el gasto institucional. Las presidenciales francesas de primavera serán otra piedra de toque, con Le Pen encabezando las encuestas. Y las legislativas en Alemania y Holanda en 2017 acabarán por despejar si, al contrario que en los años 30, es ahora Europa la que tiene un new deal.

La solución a la confusión actual deberían ser democracias más representativas y eficaces. Italia marca un rumbo. El efecto placebo no será suficiente.

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