La montera

Mariló Montero

Educación telefónica

LOS padres nos hallamos ante una variante de la educación de nuestros hijos sin catalogar y de importancia emergente: la educación telefónica. Así, como lo lee. Piense en la cantidad de horas que nos comunicamos con nuestros hijos a través del teléfono móvil y la poca importancia que le damos a esos contactos.

Si nos fijamos en los últimos datos que nos ofrecen desde la Unión Europea, observamos que el número de adolescentes y niños que tienen un teléfono móvil en su propiedad va en aumento: el 70% de los chavales de entre 12 y 13 tiene uno y también el 38% de los jóvenes con menos de 18 años. No está calculado, ni pensado, el tiempo que los padres hablan con sus hijos por teléfono móvil desde que aceptamos esta nueva tecnología. De todas las ventajas e inconvenientes del aparato en cuestión pasa de una manera inadvertida la solidificación progresiva de una manera de comunicación poco educativa y cada vez más arraigada.

Son los contactos breves entre padres e hijos en los que te llaman para pedirte permiso para quedarse a dormir con un amigo, llegar más tarde a casa, o para preguntarles, nosotros, dónde están. En estas conversaciones laxas la situación se descontrola por la inoportunidad de la llamada, que te suele pillar ocupado o concentrado en otras ocupaciones, por lo que la conversación pierde profundidad, calado educacional y seguridad. Si el mismo asunto de la llamada fuese tratado en una línea bidireccional, cara a cara, a través de la palabra, tendría efectos bien diferentes en acciones, sentimientos y actitudes. Esto, por teléfono móvil, se esfuma.

La premura de las mini charlas a través del móvil hace que ese tiempo educativo genere cierta carestía en los valores o en una educación aristotélica consistente en dirigir los sentimientos de placer y dolor hacia el orden ético. En el modelo de las conversaciones largas, es el caso de los hijos que estudian en el extranjero, la autoridad del progenitor se ve mermada al no tenerte de frente. La conversación que se quiera establecer está sólo en manos del hijo: si quiere, responde la llamada; si no, no, y pone más tarde una excusa de difícil contraste. Dándole a un botón tienen padres a su conveniencia. Cualquier tema que se aborde en estas charlas en las que no se ven las caras pierde fuerza para él, que la asume como un mal trago mientras se entretiene "escuchándote" ante el Messenger o para el tutor, a quien se le debilita el poder de persuasión y la potestad.

Existe un rico catálogo de modelos sobre la educación: la formal, informal, no formal, la educación a distancia, la ambiental, sexual, superior, virtual, especial, secundaria, preescolar y la mala educación. Fortalecer el modelo de educación telefónica y atenderla con cuidado no parece baladí.

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