Con todos los inconvenientes de la época y el lugar en que nos ha tocado vivir, en algún sentido podemos considerarnos privilegiados. Nuestra existencia transcurre en el primer mundo, en un régimen democrático que ha hecho suyos los principios de la Revolución Francesa: Igualdad, Libertad y Fraternidad. Con ellos como inspiración, podemos observar avances en frentes que afectan a las múltiples formas de discriminación presentes en la sociedad: tal sucede con la étnica, la religiosa, la de género o la de orientación sexual. Sin embargo, los prejuicios que constituyen el germen de todas ellas, si bien atenuados, rebrotan a menudo, y sus manifestaciones se reproducen con mayor o menor virulencia. No se puede bajar la guardia.

Existe otra forma de discriminación más encubierta, que no recibe la atención de las anteriores: es la llamada edadismo, término aún no recogido por el diccionario de la Academia, definido como discriminación contra las personas mayores, que además suele alcanzar un nivel mayor en las sociedades más prósperas. Es posible que la prevalencia de valores de la juventud, que difunden y promueven los medios informativos y sobre todo los mensajes publicitarios, haya influido en el menosprecio de las características propias de la edad avanzada. La Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma) denuncia que la imagen que se tiene del mayor "refleja enfermedad, asexualidad, apatía, abandono, falta de proyección de futuro".

Si bien parece lógico el establecimiento de una edad de jubilación, con el doble motivo de permitir al jubilado una vida libre de obligaciones laborales y facilitar la incorporación de las nuevas generaciones a los puestos de trabajo, no lo es tanto que determinadas organizaciones, incluso altruistas, pongan un límite de edad para la pertenencia a sus órganos de gobierno, aunque estos sean honoríficos, no remunerados. Es una forma absurda de desperdiciar talentos y experiencia. Como ejemplo reciente, con motivo del relevo en la Presidencia de la Junta Provincial de la Asociación de la Lucha contra el Cáncer en Huelva, hemos sabido que también esta benemérita institución incurre en la práctica discriminatoria del edadismo. Sería conveniente una reflexión en profundidad sobre una cuestión en la que, curiosamente, los que discriminan hoy serán víctimas de la discriminación el día de mañana. El tiempo corre para todos.

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