En lo escondido

Elena Sanz

Divorcio de conveniencia

Siempre han existido los matrimonios de conveniencia, personas que por motivos económicos, familiares o de otra índole, se casaban con otras a las que no conocían o no querían para conseguir unos objetivos distintos de los fines del matrimonio, que es comenzar un plan de vida común basado en el mutuo afecto.

Los tiempos van actualizando los motivos de estos matrimonios ficticios, ahora con esto de la inmigración y las dificultades de poder residir legalmente en España, optan, normalmente a cambio de un precio, a simular un matrimonio. Pero no es el único caso, últimamente se están dando divorcios fingidos para poder conseguir prebendas legales de lo más diversas.

Así, ante la dificultad de que sus hijos puedan acceder al colegio que les parece a los padres el adecuado para la educación de los niños, se están presentando procedimientos de divorcios en el Juzgado con el fin de acumular más puntos y así que en la lista de admitidos incluya a su retoño. Se supone que buscan con ello la mejor educación y con ella unos valores a los hijos. Igualmente, para que puedan tener plaza o una más barata en el comedor escolar, que ciertamente con la nueva baremación de la Junta de Andalucía se ha encarecido enormemente. Otro ejemplo de divorcio interesado se formaliza para el acceso una vivienda de protección oficial, donde la Administración reserva un número de plazas a familias monoparentales, aumentando la posibilidad de que en el sorteo seas de los afortunados que les toque una vivienda a un precio accesible.

Ya en el colmo, he conocido el caso de una persona que le recomendaron que se hiciera pareja de hecho con su novio a fin de conseguir una beca para sus estudios universitarios.

Si admitimos una sociedad donde se acepte con normalidad conseguir lo que se busca a cualquier precio, donde el fin justifica los medios, y a nadie nos parece escandaloso hacer actos rodeando la ley, por decirlo suavemente, o en fraude de ley, como se diría legalmente. Si asumimos esta realidad social, poco a poco nos iremos creyendo que el matrimonio, que es mi ejemplo, no significa nada. No es que yo sea una ilusa y leer la saga de Crepúsculo me haga creer en el amor eterno del adolescente como valor absoluto, pero la perversión del uso de la ley en provecho personal y en perjuicio de los verdaderos beneficiarios de la misma, tiene un efecto búmeran, nos rebota y como efecto va produciendo un endurecimiento de la misma: la solicitud de pruebas cada vez más estrictas para evitar el fraude.

Mi última reflexión es hacia nuestro interior: qué ha sido de la moral, de la causa profunda por la que cada uno toma sus decisiones, dónde los valores personales. Y, no nos confundamos: el matrimonio, y hasta el divorcio, lo es.

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