Aciegas. Escribo esta columna sobre la realidad de España un poco a ciegas. Llevo una semana en Japón y solo tengo tiempo de leer la prensa al salto. Las cuestiones que he venido a transitar por este país me dejan poco tiempo para leer las noticias de lo que transcurre en el solar patrio. Pero por lo que observo no solo no hemos adelantado sino que el asunto del encaje de Cataluña en España parece más imposible. Tengo, desde la distancia, la definitiva impresión de que Cataluña se va. No puedo precisar hacia qué lugar ni de qué manera (a Europa, al menos por ahora, no), pero se convertirá en una república independiente. Ya tiene al parecer el apoyo declarado de Rusia y no sabemos de quiénes más.

Escribo desde Kyoto, un lugar en donde hace veinte años se celebró una cumbre sobre el efecto invernadero y las desgraciadas consecuencias que el cambio climático está teniendo sobre este planeta que hollamos, y que por falta de consenso y el abuso de los países más poderosos se deteriora cada vez más, hasta que llegue un momento en que sean irreversibles. Tal que los hechos que acontecen en Cataluña.

El martes pasado quedé con un periodista español (onubense) en Tokyo, con Daniel Rubio, que trabaja desde hace años para nippon.com con objeto de ponernos cara y voz ya que nuestro trato siempre estuvo marcado por la utilización de las redes sociales.

Era inevitable que hablásemos del paro en España (Daniel tiene 34 años) y como decenas de miles de licenciados españoles ha tenido que asentar su vida, sus múltiples conocimientos y su capacidad de análisis político en otro lugar; en donde, al menos, pueda realizarse dentro de la profesión para la que se preparó.

También cómo no, del tema catalán; de ese embolado en el que se han metido una panda de inconscientes, ineptos y políticos de medio pelo, arrastrando consigo a una buena parte de la ciudadanía que desea una república en Cataluña: pero no de esta forma: de esta forma no, Sr. Puigdemont.

Y dejando sin voz y sin palabra, a una mayoría que desea seguir perteneciendo a España, tal que ahora, con sus instituciones de autogobierno dentro de la Constitución española.

Debido al desfase horario, me veo obligado a enviar esta columna sin saber cómo amanecerá España, en qué situación, qué ha ocurrido en el Senado, qué en el Parlamento catalán, pero, después de escuchar a Puigdemont en su comparecencia de las cinco de la tarde, nada bueno parece que traiga bajo el brazo.

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