Políticamente incorrecto

Francisco Revuelta

Diseño y palabrería

EN alguna que otra ocasión le digo a mis alumnos que hay modelos teóricos que son como algunos muebles de diseño; esto es, que seducen por sus formas y coloridos pero que cuando llega la hora de usarlos no responden ni en funcionalidad, comodidad o resistencia como, por ejemplo, sucede con muchas sillas que se engloban en esa denominación, que al cabo de un rato de estar sentados te duele todo lo que te tiene que doler y te levantas o estás deseando hacerlo. Aplicado al mundo de la Psicología, me vengo a referir a modelos que, en principio, son sugerentes y atractivos pero que después ni se verifican ni sirven para generar terapias que ayuden a las personas, entre otras cosas. Este hecho puede extenderse a muchos otros contextos llevando a cabo simples adaptaciones necesarias, como podría ser el educativo, a raíz del difundido informe PISA, en el que no entraré. Los resultados no pueden ser menos gratos. Catastróficos, sobre todo, para Andalucía. Pues bien, tales hallazgos, que ya se van volviendo endémicos, se producen parejo a una palabrería cada vez más enrevesada, retórica y oficializada que apabulla y que, eso sí, da la sensación de que gracias a ella, en Educación, todo va e irá, más que a mejor, a cotas de excelencia. Pero las evaluaciones vienen a echar un jarro de agua fría que amarga la fiesta por muchas razones que se ofrezcan.

Hoy prima esa clase de diseño y, en amplios sectores, a través de la palabrería, que para los que no comulgamos con tales jergas nos resulta insoportablemente cargante. En la actualidad, no vale fijar el conocimiento que ha de alcanzar un alumno y las habilidades y destrezas que ha de desarrollar para ser eficaz y eficiente en su futuro o inmediato desempeño social y profesional. Es insuficiente porque todo ha de venir adornado de expresiones y frases sobre cuestiones que se dan o se deberían dar por supuesto, son obvias o, meramente, hueras, todo lo cual es posible que no tuviera que molestar, pero el asunto se tuerce cuando se comprueba que esta práctica tiene su coste y que no es, ni más ni menos, que el olvido de la calidad de los contenidos, de la operacionalización de los mismos -que no es, ni más ni menos, que la concreción sin ambages de lo que hay que hacer, dónde y cómo, sin ambigüedades o subjetividades-, del esfuerzo ineludible no suplido por ninguna tecnología y de algo políticamente incorrecto decirlo, como es de que existen las diferencias individuales y que todos no tenemos las mismas capacidades ni somos, por ende, igual de talentosos o creativos y que, por tanto, unos tendrán que trabajar más duro que otros para alcanzar los mismos objetivos, por confundir la igualdad con el igualitarismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios