Diamantes de paz

La palabra se amasaba para alcanzar los derechos de paz, para que los niños pudieran estudiar

Por fin la tinta de una rúbrica es de color negro y no rojo de sangre. En Sierra Leona el poder de la palabra ha conquistado la confianza social. Sobre un papel, conviven, hoy, las firmas de las organizaciones de la sociedad civil de Kono. En un valioso papel permanecen el autógrafo de los jefes de los consejos locales, las autoridades lugareñas tradicionales quienes no usaron sus huellas dactilares sino un bolígrafo que empuñaron con orgullo. Lo mismo hicieron los representantes del sector privado y los medios de comunicación que en un espacio de al lado certificaron su conformidad. Todos los miembros de la comunidad del distrito de Kono aceptaron escuchar el programa preparado por el PNUD, la FAO y el Fondo SDG. Era difícil convencerlos a todos para que se sentaran en una mesa en Koidu para explicarles que llegar a un acuerdo, ahora que el conflicto civil y el ébola que habían terminado de destrozar a su población, era la oportunidad para renacer. Se estaba tratando con los empresarios que extraían los diamantes, con el propio Gobierno. La palabra se amasaba para alcanzar los derechos de paz. La palabra se elegía para conseguir que los jóvenes trabajaran. Para que se alcanzarla la igualdad de género y que se garantizara que las mujeres pudieran participar en todos los procesos de producción empresarial. La palabra para que los niños pudieran estudiar.

Meses después las negociaciones lograron que hasta los jefes de las tribus tuvieran sentimiento de culpa por explotar a sus ciudadanos y empezaron a limpiar sus conciencias. El 0,25% de las extracciones de minerales ya se quedan para beneficiar a sus distritos. De esta manera se mejora el desarrollo de la comunidad reduciendo la pobreza, creando empleo, bajando la tensión social y generando la confianza entre los vecinos. La palabra, después de 10 años de conflictos sangrientos por los dramáticos diamantes de sangre y la terrible crisis del ébola, ha logrado la transparencia en los nuevos ayuntamientos de Sembehun y que rinden cuentas sobre sus ingresos. Y que podamos contar una historia que se ha versado al revés. La de Emmanuel Momoh, un pastor que tras encontrar, en marzo, el diamante más grande del mundo lo devolvió en vez de quedárselo. La clave es que se lo entregó a uno de los organizadores del Fondo ODS quien a su vez se lo dio al líder tradicional de Kono que lo llevó al gobierno central. El gesto de no quedárselo es interpretado como la recuperación de la conciencia social. De no vivir con el sentimiento de culpa.

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