Deterministas

Una cosa es la monetización de nuestras vidas y otra muy distinta el culto al becerro de oro

Una desafortunada frase del poeta Luis García Montero: "Todos somos Ana Julia", viene a sumarse a la respuesta del Ayuntamiento de Madrid, ofrecida tras los sucesos de Lavapiés. Para don Luis, doña Ana Julia Quezada actuó así -presuntamente-, porque el capitalismo oprime, envilece, rarifica y aguza nuestras peores cualidades; para el Ayuntamiento matritense, la muerte fortuita de un viandante sólo puede prevenirse legalizando de inmediato la venta callejera. Como se ve, ambos coinciden en la raíz económica de tales muertes, inducidas de algún modo por la escasez de pecunio. Pero ambos coinciden, principalmente, en trasformar un condicionante, en convertir una rémora, en una sobredeterminación que impide cualquier gesto de libertad en el individuo.

Basta leer a Marx, sin embargo, para saber que una cosa es la estructura económica y otra el libre albedrío. Es decir, que una cosa es la monetización de nuestras vidas y otra muy distinta el culto al becerro de oro, de lo cual son un ejemplo obvio tanto don Carlos Marx como don Federico Engels. Cuenta Bataillon que Felipe II prohibió en las ciudades de Flandes que se obligara a trabajar a los mendigos, porque dicha medida eliminaba su libre albedrío. Por supuesto, aquello formaba parte de la batalla doctrinal contra el determinismo de la Protesta, que veía en el hombre sólo un lóbrego juguete del destino. Pero esto formaba parte, en mayor modo, de la propia voluntad de los mendigos, que no querían trabajar obligadamente para encontrar sustento. Lo más trágico de esta exculpación/explicación del infortunio, dada por García Montero y por el Ayuntamiento de Madrid, es que niegan, sin pretenderlo, la reticencia a hacer el mal de la mayoría de los hombres. Si fuera cierto lo que dice don Luis García Montero, todas las personas en circunstancias iguales o peores que Ana Julia Quezada -que en el mundo se cuentan por cientos de millones-, estarían tramando algún tipo de asesinato. Si fuera verdad lo que afirman los ediles de Podemos, habría que destituirlos de inmediato por opresores de la multitud emigrante.

Todos sabemos, sin embargo, que la admirable diligencia de la Policía Municipal de Madrid, o el heroísmo de don Diego Díaz, el cabo de la Guardia Civil que ha muerto en Guillena por auxiliar a un convecino, no pueden justificarse en términos económicos. Por lo mismo que a nadie se le oculta cuánta generosidad, cuánta abnegación, cuánta fatigada grandeza alberga con frecuencia la pobreza.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios