Después de 40 años

El progreso humano lo es si se profundiza en valores y en el respeto de los derechos y libertades

Creo haberlo escrito alguna vez, hace 40 años teníamos una especie de optimismo ingenuo en general. Muchos pensábamos que la llegada de la democracia haría cambiar los males que se padecían. La razón de la existencia de estos no ofrecía dudas. Al franquismo se le achacaban los pecados de nuestra sociedad. Si había corrupción era porque sus prosélitos eran intrínsecamente corruptos, el resto, no; la delincuencia era fruto de la injusticia social debida al sistema y, así, sucesivamente. Por eso, se albergaba la esperanza de que la conquista de derechos y libertades sería la panacea que acabaría con ellos. El tiempo nos hizo ver el error y nos dimos cuenta de nuestra candidez. La corrupción, delincuencia, abusos, etc. continúan. Ahora bien, por supuesto que ha habido grandes avances en numerosos terrenos y no sólo porque tengamos elecciones libres, se han producido también en otros aspectos. Entre otras cosas, gozamos de mayor protección en bastantes ámbitos y son menos posibles determinadas arbitrariedades. Además, la sociedad se ha vuelto más sensible y presta más atención a problemas que antes ni se sabían y, si se sacaban a la luz, no se les tomaba en consideración. Aparte están las mejoras educativas, culturales y demás. Sin embargo, a veces, a pesar de estos logros positivos alcanzados, con regularidad entra una cierta desazón ante la realidad actual, pues es palpable la persistencia de actitudes, hábitos o creencias que distan grandemente de lo deseable. Asimismo, es sorprendente que ideas defendidas hace mucho permanezcan sin asentarse por completo. Por poner algunos ejemplos, la Constitución española nos garantiza el derecho a la libertad si bien, como suelo indicar, eso es en mayúsculas pero ¿qué ocurre en lo cotidiano? ¿Todos la tenemos de verdad? Al gran teórico en este campo John Stuart Mill (1806-1873) se le caería la cara de vergüenza al comprobar que después de un siglo y medio de su obra Sobre la libertad resultara frecuente la coacción, el acoso y la violencia. Por desgracia, la falta de ética y de solidaridad, el machismo explícito -aunque aún más abundante, el oculto-, el egoísmo exacerbado y otras lindezas están anidadas en más de uno, si no ¿cómo se explicarían esas patologías mencionadas? Eso, en la cotidianidad, impide ser libre, en poder disfrutar de esa libertad en minúsculas, y tal asunto no es algo baladí, ni mucho menos. El progreso humano lo es auténticamente si se profundiza en valores y en el respeto de los derechos y libertades.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios