Visiones desde el Sur

¡Desnudad la política!

¡Qué pena de pueblo! Empobrecido, ahorcado en sus sentimientos. Ahogado en lágrimas interiores

Aturdido por los acontecimientos escribo. Sin falsía. Sin literatura. Por derecho. Harto de soecidades. Harto de arterías. Y harto de negruzcas palabras que solo contienen mojigangas estragantes que arañan la conciencia del pueblo sensato y quedo. Manidas están las coloraturas de sus discursos hueros, sus martingalas, sus mentecateces.

Tan trilladas que nos parecen un engañoso juego que cada cierto tiempo hemos de soportar impertérritos. Y no, no. No es esto lo que deseamos ni lo que nos merecemos. Se están equivocando a sabiendas. Lo están haciendo queriendo. Amartelados con los poderosos, durmiendo en el mismo sedoso colchón y al pueblo, que le den. El cobertor de las babilonias capitalistas está tras los holgados paisajes que pretende vendernos una vez más la derecha. Ya está bien de ralo canto: queremos hechos. Hechos. No sé si lo entienden sus señorías. El pueblo se está quedando yermo. No el campo, que también. El pueblo. Seco como la paja, como el heno. Secos de trabajo, de pan, de posibilidades de educación, de una sanidad pública y gratuita, secos de derechos está el pueblo.

Y siguen. Y ya ni siquiera disimulan. ¡Desnudad la política de tanto ostentoso pavoneamiento! Sean más humildes. Acérquense al pueblo. Al que sufre sus errores -los de ustedes y los de quienes les precedieron-.

¡Qué pena de pueblo! Empobrecido, ahorcado en sus sentimientos. Ahogado en lágrimas interiores. ¡Ay! si fuera otro tiempo. No actuarían con tanto engallamiento. Con tanta osadía, con tanta petulancia, con tanto despego, con tanta negra mentira como sale de vuestros labios superlativando el mal trabajo que han hecho. Algo más de humildad, de rigor incluso. De vergüenza. Que España va bien. ¡Y un pimiento! Un pimiento de quinientas arrobas, señorías. España va mal, muy mal. Y lo demás es cuento.

Aquí señorías, lo único que va bien son los rescatados bancos, los especuladores financieros, los que se llevan el sudor de los demás en ostentosas plusvalías, los que roban… digámoslo ya, el dinero calentito y fresco. Sólo esos van bien. Lo demás es un desierto. Pura tristeza andante la de los hombres y mujeres del pueblo. Recortes y recortes. El pueblo camina por un lado, nadando a contracorriente, mientras ustedes navegan en lujoso velero prestado por los oligarcas, por los que manejan el cotarro de la usura y la impiedad, esos nuevos liberales transformados en corderos.

¡Qué pena! ¡Qué pena de pueblo, mi pueblo!

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