Lo más complicado de la composición de esta columna semanal es ajustar el número de caracteres a las dimensiones del espacio. Las ideas, el discurso, exceden su capacidad y uno se las ve y se las desea para sintetizar en los términos justos la densidad de los argumentos. Otro dilema es elegir el tema cuando se trata de analizar la actualidad política del país. Uno piensa que en una semana pueden cambiar las cosas y que surja cualquier acontecimiento trascendente que lo transforme todo. Llevamos un tiempo que nada de eso ocurre. Una de las principales cuestiones que tanto deseamos que cambie, el conflicto catalanista, sigue enojosa y desesperadamente empantanado un día tras otro.

En televisión domina el duopolio manejado, manipulado, sesgado y tergiversado por las dos grandes cadenas en el ámbito de la política y la publicidad, regidas por dos italianos a los que les importa un bledo el destino de España mientras engrosen sus cuentas publicitarias y de audiencia, jaleando al mismo tiempo el populismo y el independentismo, actuando como irredentos kamikazes para deleite de unos babeantes telespectadores abducidos por la más abyecta telebasura en contenidos políticos, del corazón u otras infumables emisiones. El "circo mediático". Mientras tanto los españoles tenemos que financiar TVE, veamos o no sus tantas veces soporíferos programas. Otro de los nefastos regalos debidos al ínclito Zapatero.

Y en el penoso capítulo del buenismo -término que necesita una acepción más cabal-, debilidad decisoria y lentitud judicial, consienten la vesania informativa y los excesos mediáticos de TV3, con un 155 descafeinado e inerme, el aventurerismo inocuo, con cargo al erario público y la perpetuación de una situación anómala que permite a los parlamentarios catalanes garantizarse su peculio personal. Todo esto pretendiendo una bicefalia, un gobierno fantasma en el exilio, propio de filibusteros políticos dispuestos a burlar nuestros principios constitucionales, la raigambre esencial de nuestra democracia, invocando una duplicidad de funciones que siempre fue un sistema de corte cantonalista de la Cataluña profunda y carlista. Además de prodigar recursos a quien muerde la mano que le da de comer: lluvia de millones de euros para potenciar infraestructuras catalanas. El macroproyecto inmobiliario de El Prat, el último plan anunciado por el Gobierno para reforzar las infraestructuras catalanas.

Más: se ha escrito y publicado que el Gobierno de Artur Mas adjudicaba contratos para beneficiar a los donantes del CDC, que los Mossos manipularon actas del 1-O para engañar a la Fiscalía, o que estos mismos pretendieron destruir en una incineradora dossieres sobre yihadistas elaborados meses antes del atentado de las Ramblas. Podríamos seguir. Algunos magistrados dicen que dedican demasiado tiempo a Cataluña, restándoselo a asuntos que afectan a todos los españoles. Como si esto no nos afectara.

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