LOS nuevos trenes AVE que unen Madrid con Málaga y con Valladolid desde hace una semana acumulan ya siete retrasos considerables -a un promedio de un convoy cada día- después de que ayer una unidad que cubría la ruta entre la capital de la Costa del Sol y la capital de España sufriera una demora de 40 minutos. En sólo siete días, Renfe ha tenido que devolver el importe de los billetes a más de mil pasajeros por incumplir los compromisos de puntualidad. El problema se agrava por cuanto las incidencias han acabado afectando también a la línea más antigua y más consolidada: la Madrid-Sevilla, donde el viernes dos trenes AVE acumularon un retraso superior a la media hora. Asimismo, en la línea de Valladolid, dos trenes regionales Alvia del trayecto Madrid-Santander registraron demoras superiores a una hora. La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, ha tratado de justificar las anomalías con una explicación tan simplista que ha acabado dando carnaza a sus detractores: "La vía habla LZB y el tren entiende ERTMS -ha dicho la ministra-, y cuando la traducción no es perfecta, por seguridad, el tren para hasta que entiende perfectamente lo que está diciendo la vía". Por más que la titular de Fomento diga que los problemas son "desajustes propios de poner en servicio una infraestructura muy compleja", la experiencia previa del AVE Madrid-Sevilla para la Expo de 1992 demuestra que no tiene por qué ser así. No se recuerda que aquella línea sufriera una media de una incidencia diaria, pese a que se inauguró bajo la presión que suponía la obligada apertura de la Expo el 20 de abril del 92 y sin más margen temporal, al contrario que ahora, cuando podrían haberse chequeado sin prisas todos los componentes hasta alcanzar garantías plenas. ¿Cómo hace 15 años no se producían esos ajustes "inevitables" en el paso de las pruebas a las circulaciones comerciales y ahora sí? No sólo falla el sistema de señalización y control, sino también la tensión eléctrica, como ocurrió entre Madrid y Valladolid. Todo indica que los fallos no se han detectado previamente porque no se hizo el suficiente rodaje a los trenes. Más que el prestigio del AVE y la confianza de los viajeros, ha primado el afán de rentabilizar políticamente la obra como sea antes de las elecciones de marzo.

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