Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Derechos 'canóninos'

EL canon digital es una tasa intrínsecamente injusta. ¿Por qué? Porque es un impuesto preventivo que grava, además de las copias sujetas a derechos de autor (películas, música, etcétera), la simple posibilidad de hacerlas, indistintamente de que al final las hagamos o no. Cualquier cedé vacío viene estigmatizado por la tasa, sea lo que sea lo que reproduzcamos: fotos familiares, un vídeo casero o el último disco de un cantante famoso. Incluso si admitimos el derecho de los autores a ser compensados por las copias domésticas de sus obras, el gravamen universal de los cedés, de los lápices de memoria digital, teléfonos móviles o reproductores de mp3 sigue siendo injusto. ¿Hay manera de gravar sólo las copias de los originales sujetos a derechos de autor? No lo sé. Es posible que no, pero esa imposibilidad no autoriza un tributo indiscriminado.

Pero más equívoco que el canon es el circo político montado a su costa en los últimos días y que hoy culminará en el Congreso con la más que probable aprobación de una propuesta para su eliminación que, ay, no tendrá efectos prácticos algunos. Dicha propuesta fue introducida en el Senado por el grupo de Entesa Catalana durante el trámite de la Ley de Impulso a la Sociedad de la Información. Y salió adelante gracias al apoyo imprevisto del Partido Popular. Tan imprevisto que una parlamentaria del PP reconoció que era fruto de un error que sería subsanado en el Congreso. Sin embargo, las reacciones de júbilo de los usuarios por el error del PP han sido tan unánimes que Rajoy ha ordenado convertir el yerro en convicción e incluso en un llamativo aspecto del programa electoral.

Y así están las cosas: hoy se votará en el Congreso la propuesta para crear una comisión que estudie la eliminación del canon y su sustitución por "alternativas consensuadas". ¿Cuándo echará andar tal comisión? Después de las elecciones de marzo. Mientras, el PSOE se ha limitado a equilibrar el peso de la tasa entre los diversos tipos de soporte: ha rebajado el tributo de los cedés en un 20 por ciento, pero lo ha incorporado a los móviles y a los lectores de mp3. O sea, un escándalo sin efectos prácticos pero con mucha pirotecnia política.

(Hablando de escándalo, el otro día estuvo en Granada el llamado gurú del sotfware libre, Richard Stallman, un tipo de aspecto desaseado, barba apostólica y melena enmarañada que, para hacer más verosímil su desdén hacia los derechos de autor, se quitó displicentemente los zapatos durante una mesa redonda. Su desplante, sin embargo, no tuvo la audacia del ex director del Banco Mundial, Paul Wolfowitz: Stellmann no tenía tomates en los calcetines).

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