Demasiados

En esta ciudad hay dos, cuatro o seis mil personas que abonan cuotas a varias organizaciones benéficas

T style="text-transform:uppercase">enemos en las noticias de cualquier medio el caso de un individuo que pedía dinero para tratar una enfermedad rara de su hija. Parece ser que la cosa no va a terminar muy bien para el antedicho y su señora esposa. Dicen las crónicas que llegaron a recaudar novecientos mil euros, casi ciento cincuenta millones de pesetas. Se espera que el juez los empapele por estafa por todo lo alto ya que se entretuvieron, según las noticias, en gastarse seiscientos mil euros, cien millones de pelas, en sus cuerpos y no en el de su hija. No entro en más, porque más no sé, pero sí que este suceso me da pie a reflexionar sobre la exuberante inflación de organizaciones y particulares que piden. Ya debe estar cerca del infinito el número de siglas y personas solicitando solidaridad a los demás. Ni dudar un solo momento de que la mayoría de las organizaciones que piden son beneméritas y son necesarias para paliar desigualdades e injusticias. Mas no todas.

El caso de los padres de esta chica no es el primero ni el segundo. No voy a recordar ahora otros casos parecidos, entre otras cosas porque no tengo ganas de ponerme a bucear en Google. Ni tiempo ni ganas. Ni tampoco hace falta. Han sucedido demasiadas y demasiado evidentes. Personalmente me parece que hay a veces un abuso, casi un escrache. Son unas cuantas las que te abordan en la calle dándote literalmente el coñazo. Si usted quiere pedir en la calle, hágalo, pero sin abordar a nadie. Instale usted su tenderete, ponga su carteles y banderas, llame la atención lo mejor que pueda y espere a que se le acerque el respetable. Dejen de ponerse delante de un señor o una señora con prisas por llegar a su casa o a su trabajo o delante de alguien que está simplemente paseando y tocándose las narices al sol otoñal.

Existe también otro enfoque. Hay un grupo numeroso de ciudadanos que colaboran con varias organizaciones. Pues nada, le siguen llegando demandas de otras. Yo se lo he dicho algunas veces. Miren, en esta ciudad hay dos, cuatro o seis mil personas que abonan cuotas a varias organizaciones benéficas cada mes. Busquen nuevos campos, dejen tranquilas a estas personas que obviamente tienen un límite en su capacidad de ayuda. Todo esto no son más que reflexiones o desvaríos de un articulista a las puertas de la Navidad. Tómenselo así y que cada cual haga lo que le parezca. Yo este problema lo tengo resuelto hace mucho tiempo: benditas Hermanas de la Cruz y heroicas Hermanitas de los Pobres. Y de ahí no hay quien me saque. Infalibles.

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