CINCO días ha tardado el concejal de Polígonos Industriales del Ayuntamiento de Málaga, Manuel Marmolejo, en comprender -o la dirección del PP en hacerle comprender- que la práctica del cuñadismo es una falta grave, independientemente de la cuantía de lo cuñadeado, que se paga en especie: en la especie de la dimisión.

Marmolejo admitió la semana pasada que su delegación ha adjudicado sin concurso, por procedimiento directo, dieciocho contratos de obras municipales a una empresa de la que es accionista el marido de su hermana. Es lo que llamamos cuñadismo, una de las variedades generalmente más veniales y livianas del nepotismo. A los cuñados solemos embromarlos, con buen o mal gusto, en las cenas navideñas, pero a la hora de la verdad se les ayuda. Al fin y al cabo, son los hermanos de nuestra mujer o los maridos de nuestras hermanas, como en el caso de Marmolejo.

Durante su defensa, que ya digo duró cinco días, el edil denunciado ensayó diversos argumentos. Por un lado, la escasa cuantía de las adjudicaciones a su familiar político. Total, 280.000 euros de nada. ¿Qué supone eso en la inmensidad de los presupuestos de la segunda capital andaluza? Aparte de que la oposición cree haber descubierto otras contrataciones digitales durante el año pasado, con el mismo dedo favorecedor y el mismo destinatario, importa más el fuero que el huevo: la cantidad es secundaria frente a la sustancia de lo hecho, que es el uso ilícito de un cargo público para beneficio particular. Por otro, su declarada ignorancia de que la Ley de Procedimiento Administrativo dicta la incompatibilidad entre la función pública y la participación en contrataciones municipales a las que aspiren familiares suyos hasta cuarto grado de consanguinidad. Aún me parece peor la excusa, porque como concejal está obligado a saber lo que la ley le permite y lo que la ley le prohíbe.

Aunque tardó un poco, Manuel Marmolejo ha tenido la gallardía de presentar la dimisión, herido por su propia conducta desviada que le incapacitaba para seguir al frente del área de Polígonos Industriales y del distrito de Miraflores. Como es habitual, en el partido al que pertenece -el PP- todos los recelos e incomodidades que producía su continuidad en el equipo de gobierno de Francisco de la Torre se han transformado en parabienes, ratificaciones de honestidad e inocencia y compromisos de seguir contando con él como responsable de acción electoral y formación. Estas cosas funcionan así.

La política es muy exigente. No sólo hay que ser honrado y parecerlo. También han de serlo y parecerlo parientes y afectos.

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