Viaje relámpago a Madrid para cumplimentar un trámite aduanero un tanto engorroso, relacionado con el traslado de un grupo de cuadros andaluces, mayoritariamente onubenses, con el tema común de El Arte y la Paz, a la I Bienal Internacional de Pintura de México. Representan a España, entre artistas de Alemania, Colombia, Cuba y Grecia. Solventada la gestión, quiero regresar lo antes posible a Huelva, donde los asuntos de la organización del Otoño Cultural Iberoamericano reclaman atención. Pero debo esperar un par de horas hasta la salida del primer AVE con plazas disponibles. Para llenar ese tiempo caigo, sin demasiada resistencia, en la tentación de hacer una escapada a la próxima Cuesta de Moyano, la más popular y veterana Feria del Libro antiguo y de ocasión de Madrid.

Para aprovechar el tiempo lo mejor posible, voy directamente al puesto de Riudavets, en el que, si el azar ayuda, pueden encontrarse ejemplares interesantes a precios increíblemente bajos. Pueden bastar diez minutos para que una mirada avezada -y la mía lo es- detecte la presencia de un libro susceptible de convertirse en objeto de deseo. Durante décadas he venido observando cómo se hacía mayor, y cada vez más gruñón, el pintoresco dueño del kiosco que, como de costumbre, contiene un caótico abigarramiento de volúmenes. Se diría que la dilatada relación del librero con los libros, lejos de propiciar una amistosa relación con las personas, ha ido construyendo una barrera de hosquedad y hurañía. Hoy se acompaña de un taciturno ayudante con la cara ensombrecida por una barba que le da una apariencia de pocos amigos.

Haciendo caso omiso de ambos personajes, detecto, cobro y pago tres interesantes piezas. La primera, un sólido volumen de 1975 encuadernado en tela con el título de 28 pintores españoles contemporáneos vistos por un poeta; el poeta es Gerardo Diego, que alterna prosa y verso con las reproducciones de las pinturas de artistas de su tiempo a los que conoció y admiró, entre ellos nuestro Vázquez Díaz. Le sigue un tomo con novelas de Salvador de Madariaga (1886-1978), posiblemente el español más universal de su época y uno de los más polifacéticos: ingeniero y académico de la Lengua, políglota, historiador y diplomático. Por último Martí, traductor, un estudio sobre una faceta poco conocida del libertador cubano; este lo reservo para regalarlo a un buen amigo, que lo va a apreciar.

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