Cambio de sentido

Cuadernos

Hay quien no tiene lápiz, tiempo, letra, intimidad o libertad para quedarse a solas ante un cuaderno

En una Moleskine, la marca de libretas de quienes van a los cafés a que les vean escribir. En una Moleskine -dicen las noticias-, el número 2 de Junqueras anotaba a mano los pasos del procés, las estrategias, los pactos, las negociaciones por venir, incluso un "reparto de medallas y marrones". Este cuaderno requisado por la Guardia Civil me ha traído a la memoria un alijo de libretas: las de Bárcenas y Lapuerta, por ejemplo, escritas en la letra cursiva de los que apuntan con prisa, o el no menos prosaico libro de contabilidad que en Narcos -momentazo- le pilla la DEA al contable del cartel de Cali. Por letra muere el pez gordo.

Los cuadernos tienen algo íntimo que nos atrae. Imagino el gesto de Sei Shonagon, allá por el siglo X, al guardar su cuaderno bajo la almohada. Acompaño, diario a través, a Chantal Maillard en los pasos quietos que da en su dentro durante su viaje a Bélgica. Pienso en quien no tiene lápiz, tiempo, letra, intimidad o libertad para quedarse a solas consigo mismo ante un cuaderno. "Nunca viajo sin mi diario -dice (qué risa) Miss Fairfax en La importancia de llamarse Ernesto-; siempre hay que tener algo sensacional para leer en el tren". "Felipe, si no te pido estas hojas en diez años y si algo me pasa, ten la bondad, por Dios, de quemármelas", escribió Lorca al final de las páginas personales que confió a Philip Cummings. Puedo sentir el llanto del amigo del poeta al quemar el cuaderno al día siguiente del asesinato.

Recapitulo los míos: cuadernos de viaje -cada vuelo tiene el suyo-; las libretas tituladas Prácticas de saqueo y Actos de castidad, compradas en Padilla; un cuaderno donde, a lo Cirlot, anoto los sueños y otro (Delicias de amar) para recetas de cocina. Los diarios íntimos, que, como el de Lorca, tienen previsto un albacea pirómano que les meta un mixto. Un viejo cuaderno de futuros, de esos que llaman Agenda, de 2017. Uno de tapas repujadas que se ha quedado en blanco, atónito, pues sucedió lo contrario de lo que en él iba a contar. Unos muy sencillos que me apaña un amigo en Atenas. Otros, aún sin estrenar, que me regalan. Y a lo que iba: quería decirles que tengo un cuaderno que es sólo de ustedes. Suelo llevarlo conmigo y en él recojo vida y palabras para traérselas aquí cada martes. Quizá este dato sea intrascendente, o sólo emotivo para mí. Lo último que he escrito a buena letra en el cuaderno que les dedico reza: "Les deseo que vivan, junto a quienes más aman, una Nochebuena buena, buena, buena".

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