Cristianismo y cultura

¡Qué sencillo es creer cuando uno reconoce los jalones que fueron dejando quienes hicieron nuestra civilización!

La semana se ha emborrascado de tal manera que tal vez sea lo mejor hacer como si nada e ir a lo nuestro, a lo que puede ser parte de ustedes y a lo que lo es de mí mismo, ya que algo he tenido que ver en ello para mi satisfacción. Me refiero al desarrollo, en Cádiz, de las VIII Jornadas Católicos y Vida Pública, comenzadas ayer con una maravillosa conferencia de la catedrática de Literatura María Caballero y dedicadas hasta el viernes a ahondar en la cultura cristiana, en su necesaria regeneración de cara a unos tiempos en los que será muy conveniente tener presentes las razones sobre las que se asienta nuestra visión de las cosas, las hondas presencias que le dan firmeza. ¡Qué sencillo y qué bello es creer cuando uno puede reconocer los jalones que fueron dejando quienes hicieron posible con su vida nuestra civilización! Recién llegado como estoy de Compostela, donde pude asistir a una misa en la catedral que resultó tan especial por motivos que aquí no caben, puedo asegurar que lo anterior no es una mera frase.

Sostenía T. S. Eliot, el mejor poeta y crítico literario británico del siglo XX, que es fácil incurrir en dos errores: el primero, creer que la cultura puede preservarse, propagarse y evolucionar en ausencia de la religión; el segundo, creer que la preservación y mantenimiento de la religión no tiene por qué tener en cuenta la cultura. Evitar ambos errores, elevados hoy a plagas entre creyentes y agnósticos, es, sin embargo, condición indispensable para comprender ambas. Para ello hay que cuidar tanto nuestra percepción espiritual como nuestra sensibilidad estética e intelectual. De todo esto y mucho más nos hablarán hoy jueves el historiador del arte Pablo Pomar y los poetas y escritores Francisco Bejarano, Enrique García-Máiquez y José María Contreras Espuny. Y mañana la novelista Natalia Sanmartín, autora de El despertar de la señorita Prim, entrevistada por Gonzalo Altozano.

Nadie puede discutir que la cultura cristiana ha prestado su fundamento a nuestra civilización, pero no debemos quedarnos en la fácil reivindicación de lo obvio y tratar de ir más allá: a la búsqueda de las posibilidades de una cultura cristiana del siglo XXI, algo inviable sin tener en cuenta las viejas raíces y los frutos del presente, pero también sin atender a los renuevos de aquellas formas. Nos vemos en el Centro Reina Sofía.

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