ES que no hay verano que se precie sin un vertido que ensucie las orillas del litoral? ¿Por qué esa perenne incompatibilidad -como una maldición- entre la actividad industrial y la conservación del medio ambiente? Es más, si ya de por sí resulta dañino para la vida marina y todo su hábitat un accidente de estas características en cualquier época del año, ¿por qué además tienen qué padecer los usuarios de las playas durante sus vacaciones estivales arenas y aguas sucias? En esta ocasión ha ocurrido en Huelva, con el vertido el pasado jueves de restos de hidrocarburo de la refinería de La Rábida, de Cepsa, y sus efectos han llegado hasta la costa gaditana. En semejante enclave geográfico surge un nombre y se encienden las alarmas: Doñana. La organización ecologista WWF ha asegurado que hasta 32 kilómetros del parque nacional han sido alcanzados por la "marea negra". La Consejería de Medio Ambiente se ha apresurado a informar de que la reacción fue rápida y que la limpieza de la zona alcanzada por la mancha -con galletas de fuel de reducido tamaño-, ejecutada precisamente con la participación de operarios de la factoría, puso freno a una mayor expansión del vertido. Salvamento Marítimo remarcó ayer este extremo: no existe ningún resto de hidrocarburo entre las localidades de Rota (Cádiz) y Mazagón (Huelva). Por si acaso, efectivos de Cepsa se mantendrán en los tramos más afectados hasta que "se cercioren de que no queda nada y no aparezca ningún nuevo resto", según la consejera de Medio Ambiente, Cinta Castillo.

El caso es que, tan distantes de la sedación de los integrados como de la paranoia de los apocalípticos, Administración, empresarios y conservacionistas deben esforzarse más en acercar posiciones y no enfrentar sus discursos cada vez que el chapapote haga su funesta aparición -como ahora- en cualquier punto de la costa andaluza, especialmente alumbrada por los focos del turismo en estos meses. El litoral de la comunidad no puede permitirse deslices como el ocurrido. El control debe ser férreo. No puede haber la más mínima fisura.

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