ESTO de la elección de los Onubenses del Año, siempre me ha parecido bien; insuficiente, pero bien. Y digo lo anterior porque junto a esta modalidad debería existir la de los onubenses anónimos del año. Coger una docena de biografías escondidas, de esas que te dejan alelados cuando las conoce. Cualquiera las advierte, y deberíamos traerlas aquí, al proscenio, a estas páginas para que sirvan de faro y referencia a una sociedad embotada, opaca y tirando para bodoque. Si hablamos de profesionales como médicos, abogados, sacerdotes,... ellos las tienen a puñados. Todos los días se tropiezan con alguna historia ejemplar. Sí, son eso que antes llamábamos, muy bien llamado, vidas ejemplares. Y la verdad es que, este año, como siempre, todos los candidatos merecen de sobra ser elegidos, todos. Han sido puntillosamente seleccionados y por eso, por sus méritos están ahí. Pero como hay que decantarse, mojarse y votar, hoy les confieso que yo ya lo he hecho. He apretado el botón de la página web de este periódico por Madre Coraje. Y no ha sido simpatía, telepatía ni empatía. Ha sido y es conocimiento. Los conozco. Y muy bien. Buenos amigos, excelentes personas, formidables ciudadanos de provincias hermanas de Huelva con los que ya voy de largo en este itinerante misterio que es la vida. Y, no hay que decirlo, sus cofrades de Huelva lo hacen igual de bien, o mejor y son tan ejemplares, o más que ellos. Por eso los he votado.

Y es que en esto de las oenegés hay que tentarse la ropa antes de seguir hablando. Desgraciadamente, la condición humana es así, ha habido casos, demasiados, de tongo, camelo y cuento chino. Pero con Madre Coraje uno puede colaborar tranquilo y a pierna suelta. Tratan minuciosamente, delicadamente, rigurosamente todo cuanto reciben. Desde las medicinas hasta el aceite para reciclarlo en jabón para el Perú, pasando por las radiografías o los donativos de benefactores y socios. Todo con cuidadoso escrúpulo. Así lo atestiguan las auditorías a las que voluntariamente se han sometido. Sobresaliente cum laude.

Así pues, por esa transparencia, por ese sentido profundo del amor fraterno, por ese bien hacer, por esa gratuidad, por tantas y tantas horas de abnegación y dedicación a los más débiles, a los últimos, a los desheredaos de la Tierra, yo los he votado. No sería este de Onubense del Año el primer premio para esta asociación ejemplar. Ni será el último. María Elena Moyano, peruana Madre Coraje, asesinada, una más, por defender la causa de los pobres estaría hoy orgullosa de sus "corajes" onubenses. Enhorabuena y gracias.

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