Convicciones y oportunismo

Mantener el discurso político en una deliberada ambigüedad permite desplazar la intención hacia un lado u otro

Resulta estimulante la capacidad y gusto de los políticos franceses por la teoría y por la escritura. De los aciertos gubernamentales obtenidos en los últimos días por el presidente Macron, sus partidarios resaltan envanecidos que todo estaba ya programado y, sobre todo, escrito y publicado, al alcance de quienes hubieran querido leerlo. Lo realizado hasta ahora, tan bien acogido por votantes e instituciones, ha respondido, pues, con precisión a lo prometido, como cabía esperar de sus convicciones. Otro buen ejemplo de búsqueda de una rápida publicación para sus reflexiones colectivas lo están dando los antiguos componentes de Nuit debout, aquel amplio movimiento de indignados parisinos que eligieron la plaza de la República como escenario de sus debates en 2016. Contrariamente a la movida española de la Puerta del Sol, aquellos franceses no aceptaron ser vampirizados y transformados en un partido político, pero precisamente por ello mismo han mantenido un rico espíritu combativo con ideas y propuestas que llenan periódicamente los escaparates de las librerías francesas. Su rechazo de la militancia orgánica no ha significado la disolución de las expectativas puestas en el movimiento. Y cada poco tiempo la prensa y la revistas especializadas se hacen eco de sus debates. Continúan, por tanto, con vida y con esta rica producción intelectual mantiene el calor de sus convicciones.

En cambio, en España, la mayoría de los dirigentes de los partidos escriben poco o nada. Ni siquiera aquellos más necesitados de difundir públicamente reflexiones que justifiquen sus nuevas propuestas. Sorprende, a este respecto, que Podemos, un partido que pretende apoyarse en nuevos parámetros ideológicos, no haya elaborado más allá de cuatro trazos de relleno en los programas electorales. Y otro tanto podría añadirse del actual secretario del Partido Socialista, al que muchísimos ciudadanos le reclaman que explique, de una vez, el planteamiento teórico y programático latente en su repetida alusión a una España plurinacional. Pero ni unos ni otro, entregados a la política vaporosa de la imagen, quieren escribir. Hablar compromete menos y la retórica verbal ayuda a los faltos de convicciones. Además, mantener el discurso político en una deliberada ambigüedad también ayuda, porque permite desplazar la intención hacia un lado u otro según lo reclamen las circunstancias exteriores. Es lo que se suele llamar la táctica del oportunismo.

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