Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Clavileño

Reconforta ser de la tierra de un valiente que cumplió el sueño de Clavileño en el campo de Agramante

Mi pueblo está rodeado de montañas. Ni es puerto ni es llano, el pueblo de las dos mentiras le dicen por lo mismo. Hay barrios que se encuentran al final de calles empinadas, como la que yo tenía que atravesar para ir a la academia de Mecanografía de don Teodoro cuando tuve la ocurrencia de querer estudiar Periodismo pese a elegir asignaturas de ciencias en COU. Cuando volvía en tren de noche desde Madrid, el pueblo se atisbaba como en un haz de luciérnagas mucho antes de las consabidas paradas en Poblete, Caracuel y Argamasilla de Calatrava.

No sé si fue ese entorno de montañas lo que llevó a Borja Aybar a ser piloto y tener el mismo final que Bernanos y Saint-Exupery. Nació en abril de 1983 en Puertollano, un pueblo que ni es puerto ni es llano y que tiene dos ferias, una en mayo y otra en septiembre. La patria chica de María Dueñas, Santi Cañizares y la fotógrafa Cristina García Rodero. No sé si creció en el Pueblo o en el Poblado, en las 309, que era mi barrio, o las 630. Su infancia debían ser recuerdos de una desaceleración económica de un pueblo próspero que empezó a perder esa condición de Faro Industrial de la Mancha, metáfora marinera del franquismo más desarrollista propia de un hagiógrafo cervantino.

En 1998, cuando di el pregón de la Feria de mi pueblo y el alcalde Casimiro me obsequió una jarra de la Fuente Agria, Borja tenía quince años. Me lo imagino con sus amigos por el paseo, con su familia en alguno de los bares del pueblo. Al auditorio le pusieron después el nombre de Pedro Almodóvar. Por un lado se ven las estribaciones del campo de Calatrava, con la Chimenea Cuadrada a la que nos acercábamos como lo más parecido al Kilimanjaro. Esa montaña la abrieron en canal para el tráfico de camiones después de la tragedia de Los Alfaques, cuando uno de esos megaterios explotó y mató a un centenar de turistas en un camping de Tarragona. Por el sur se divisan las jibas de Sierra Morena, dirección Fuencaliente. Dicen que Borja no usó el mecanismo de salto para evitar una tragedia mayor. Un héroe de mi pueblo. Un niño que creció entre montañas, aunque el único Ochomil de Puertollano fue el sobrenombre que se llevó a la tumba un viejo aficionado del Calvo Sotelo que hizo una sonada campaña para llegar a los ocho mil socios.

Reconforta ser de la tierra de un valiente que hizo realidad el sueño de Clavileño en su campo de Agramante.

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