Hace más de dos mil años que vienen representando un pasaje límite y aleccionador de la Pasión de Cristo; actualizando aquel gesto de misericordia y de bondad de Dios con su Hijo, que escenificaron, Simón de Cirene, a partir de la segunda caída, y la Verónica. Apenas unos momentos, a primera vista casi anecdóticos, pero que encierran un testimonio más del amor de Dios a los hombres.

Intérpretes supremos de las bienaventuranzas, en ellos la palabra está amarrada a la acción vital. Su discurso habitual no es una retórica circunstancial hueca, es una sucesión de verbos de presente en movimiento. De modo, que allí donde hay una lágrima, donde hay sed de justicia, donde hay hambre, donde hay sufrimiento, allí están ellos para aliviar el peso, siempre desconcertante de la cruz de cada día, y para enjugar el sudor y las lágrimas de tantos seres rotos.

Los tenemos, a menudo muy cerca, en la propia geografía doméstica, mucho antes de que se imaginara la Ley de Dependencia(;) un logro social, que no obstante, viene a mercantilizar lo que siempre vimos hacer por puras convicciones morales, al lado de un enfermo, de un anciano, de un imposibilitado. Sin límites de horas, ni de dedicación y entrega que el dinero no compra. A gente de carne y hueso, que sin embargo, nos enseñan con su testimonio de vida que se puede ser feliz dando y ayudando a los más desvalidos; a aquellos que en la debilidad del espíritu, de la mente o de la carne necesitan que alguien en este mundo les haga presente la predilección que por ellos nos ha manifestado el Padre.

Y también los tenemos más distantes, a lo largo y ancho de la inmensa geografía que en el hemisferio del sur, da cobijo a los más pobres entre los pobres. Precisamente estos días que nos visita la misionera almonteña Librada Cabrera, con ocasión del reconocimiento civil que le ha hecho el gobierno municipal, en el Día de Andalucía, me ha venido a la memoria, el trabajo y el testimonio de vida ejemplar de estos hermanos nuestros, que están dando lo mejor de sí, muy lejos de las comodidades y veleidades de nuestro tiempo, en el tercer mundo; dando seguramente cumplimiento en el más alto grado posible al espíritu y a la letra de las Reglas que solemnemente hemos vuelto a renovar como hermanos de las distintas cofradías, estos días pasados.

Están a diario en la Vía Sacra, al pie de un vía crucis que el mismo Dios revive en jornadas intensivas, en una humanidad dolorida y afligida, a la que le hemos dado la espalda de nuestro egoísmo. Su biografía anónima de renuncia a sí mismos, configura los renuevos más frondosos y fecundos del árbol bimilenario de nuestras comunidades cristianas, de nuestras sociedades civiles. Aquí y allí, son los cirineos y las verónicas que 2000 años después siguen llenando de luz y de esperanza, los momentos más sombríos de la Pasión de Cristo.

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