Querido Manolo: hiciste un pregón histórico. Marcaste el círculo perfecto. Pusiste tu dedo en el cielo andaluz de tu Huelva, cuando el aroma del incienso ya despertaba y la llama de los cirios de tus palabras brotaban como oraciones que querían salir de la lentitud litúrgica de la Cuaresma para ir llenando el ambiente de una Semana de Pasión que estallaría entre palmas y olivos para el inicio de la representación popular más querida y devota de Huelva con su Semana Santa.

Un círculo que comenzaba con el recuerdo, con la añoranza, con el cariño a tu padre dos veces pregonero de nuestra Semana Mayor y con arte, maestría y buen decir te fuiste introduciendo en el amor a las cofradías, en la vivencia de los hermanos, en el sudor de quienes bajo la trabajadera levantan a Cristo y a su Madre en éxtasis popular.

Mirando las pastas verdes de tu pregón, con la Cruz y el Cáliz de nuestra Oración, veía a otro pregonero que con aquella mismas pastas, ofrecidas por su Hermandad, ponía en el Gran Teatro un paso de amor, de fe y de tradición. Tú has sido una portentosa continuación en el tiempo.

Quienes gozamos de tu presencia desde que naciste, nos sentimos orgullosos de tus palabras, de tu idea, de tus sentimientos cofrades, de las magníficas imágenes que trazaron sus símbolos literarios, tu fuente poética que yo desconocía, tu lenta y precisa declamación, tu rectitud profesional, como buen periodista de saber sincopar las palabras, las frases, el contenido espiritual de cuanto ibas trazando ante un público expectante que solo interrumpía en aplausos, contagiado de tu emoción.

Manolo, junto al atril veía una figura resplandeciente que sonreía con amor, contemplando a aquel niño que un día bautizó y que hoy era protagonista de una protestación de fe única y verdadera enseñada por tus padres. Aquella figura, venerable, desde el cielo, te daba fuerza, bríos y sentimientos que llenaban tus palabras con calor de eternidad.

Soñaste un círculo perfecto para la religiosidad popular de tu ciudad, de Huelva. Y lo lograste. Un círculo que abarcó tradición, devoción, fe, éxtasis, amor cofrade, pasión mariana y dolor de crucifixión. Un círculo perfecto donde tus creencias más profundas ponían punto central en las enseñanzas de tus buenos padres, en el cariño de tus amigos, en ese altar de la familia que elevaste con tus palabras.

Manuel Marín de Vicente-Tutor, pregonero para la historia. Recuerdo imborrable para quienes te queremos.

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