Cinismo de manual

¿Algún ingenuo cree que la sentencia del caso Palau afectará a la composición del nuevo 'Parlament'?

La Audiencia Provincial del Barcelona ha condenado a destacados miembros de la antigua Convergencia, buque insignia del catalanismo pactista y burgués mimado por el Estado y origen del PDeCAT de Puigdemont y compañía, a varios años de cárcel, y al propio partido a devolver los más de seis millones de euros que fueron desviados en forma de mordidas a cambio de la adjudicación de contratos públicos. Los que contribuyeron al negocio pagando el exceso, empresarios de primer nivel, han salvado los muebles al considerar la Sala sus delitos prescritos. Como suele ocurrir en estos casos, nadie se ha dado por aludido, cada uno escurre el bulto como buenamente puede, y la pena caerá como siempre sobre los intrépidos trapicheros que se arriesgan en la primera línea del frente de batalla.

En Cataluña, como en el resto de España, este tipo de corrupción ligada a la financiación de los partidos políticos forma parte del paisaje, un mal menor asumido por casi todos y que casi nadie discute, y aquellos que un día lo discutieron (Podemos y Ciudadanos, sobre todo) hace tiempo que recogieron los réditos en forma de votos, y ahora enfocan el asunto como lo que son, partidos en liza que compiten por obtener cuotas de poder en los distintos territorios, lo que los acerca, aunque no lo pretendan, a la dinámica propia de los partidos tradicionales.

Para los electores parece como si la percepción de la corrupción fuera un asunto del pasado, y las sentencias que se dictan y las distintas comisiones de investigación que se llevan a cabo en sede parlamentaria sólo abundan en el problema, pero ni lo potencian, ni mucho menos lo penalizan. ¿Algún ingenuo cree que la reciente sentencia del tribunal barcelonés afectará a la composición del nuevo Parlament? La creciente desafección de los votantes por el PP o el PSOE tiene más que ver con su incapacidad de transmitir el mensaje a un tipo de votante joven y funcional que con otra cosa.

Muchos han criticado, con razón, la soberbia indisimulada con la que Artur Mas y otros prebostes del soberanismo despachan la realidad puesta blanco sobre negro por los jueces: años y años de propaganda nacionalista sobre un montón de basura. Quizá no han leído a Oscar Wilde cuando dice que es propio del cínico conocer el precio de todo y el valor de nada. Y corruptos los jueces dirán, pero cínicos los hay hasta debajo de las piedras.

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