Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Charca nostra

Falta una rebelión social para apartar de la vida pública a quienes consienten, apoyan u ocultan estos comportamientos

El nivel de pestilencia al que ha llegado la clase política es difícilmente comprensible para cualquier mente sana. Cristina Pardo lo clavó en un tuit de hace unos días: "Se está produciendo un registro. No importa cuándo leas esto". Lo que nos queda ahora es poner en marcha nuestra propia Tangentópolis, aquella que se llevó por delante a una manera de entender la política en Italia que, al menos por lo que se ha visto en los últimos días, hasta parecía más sana que la que tenemos a nuestra disposición.

Porque tal es nuestra desidia que todavía no hemos llegado a asimilar una de nuestras principales responsabilidades como ciudadanos, como individuos medianamente sanos y mentalmente activos. Tenemos delante de nuestros ojos a los responsables de haber convertido la política en una verdadera letrina; me tiene completamente sin cuidado que sean azules en Madrid y Valencia, o rojos -rosa clarito, más bien- en Andalucía. Lo que nos queda como sociedad es tener el coraje de barrerlos por completo de la vida pública. Los mismos que repudian hoy a Esperanza hace unos días la aplaudieron más de 5 minutos; un secretario de Estado se reúne con alguien que fue a la cárcel dos semanas después y sigue en su puesto; un fiscal Anticorrupción protege a corruptos; un ministro pega el chivatazo para que se destruyan documentos y la ministra de Defensa y secretaria general del partido dice sin que se le caiga la cara a trozos que son quienes denuncian la corrupción.

Entre las imágenes que hemos podido ver estos últimos días, hay una que me sobrecoge. En Navalcarnero, unos vecinos llegaron a pagar casi medio millón del ala por unas casas que compraron con la promesa de que el tendido del ferrocarril iba a aliviar la distancia que les separa del centro de la ciudad. Hoy tienen una zanja inútil y alguien con los bolsillos más que llenos. De nada servirá todo esto, si en las próximas elecciones alguien convoca un mitin en la ciudad y no salen de allí a escobazo limpio. En medio de esto, el presidente del Gobierno más parado de la historia nos asegura que irá "encantado" a declarar ante un tribunal que investiga la financiación irregular de su partido. ¿Saben por qué? Porque está convencido de que no va a pasar nada. Y tiene razón. Nuestra tarea pendiente es no consentir semejantes comportamientos, no tolerar que alguien ampare, proteja, impulse u oculte una inmundica insportable. De continuar con semejante anuencia cívica, toda esa porquería en que han convertido la política tendrá unos únicos responsables y somos todos nosotros. Por más que nos huela mal.

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