La otra orilla

víctor rodríguez

La Casa Duclós

No son buenos tiempos para lo público, sobre el aprecio hacia lo que es de todos. El culto a lo propio y con derecho prevalente sobre los demás, prevalece a sus anchas en contra del respeto, el cuidado y el reconocimiento a lo que es de todos. Sobre lo público cae la pesada losa de la falta de valoración, de importancia. Lo que ha pasado con el derribo de la Casa Duclós, espacio que iba a acoger un centro de interpretación sobre arqueología dentro del Parque Moret, es un doloroso ejemplo de ello.

No ha sido un accidente, sino una acción premeditada de que, si no lo voy a poder disfrutar yo en exclusiva, entonces, no será para nadie. Cosa que, por otro lado, ocurre frecuentemente, como con la usurpación de caminos rurales, servidumbres de paso o dominios públicos en cauces de ríos o arroyos, y en muchas de las ocasiones no hablamos de personas sin recursos o ignorantes, más bien al contrario; terratenientes y señoritos se permiten el incumplir la ley porque, piensan, que ellos están por encima, al más puro recuerdo medieval. Y lo que ha pasado con esta casa se parece mucho. Después de años de litigios y del pago de la correspondiente indemnización por parte del Ayuntamiento, dos días antes de la entrega de las llaves, los ya -no- propietarios destruyen la casa. 726 euros es lo que cobró la empresa de derribos (¡qué barato sale!), ni siquiera los han recogido, lo importante era demostrar que el daño hecho quedaba como un monumento. Me cuesta trabajo ponerme en el lugar de alguien que, habiendo demolido una casa, se presenta dos días después en la comparecencia de entrega de llaves, una frialdad que roza la psicopatía. Que piense el querido lector si firma la escritura de una casa y, después de la Notaría, acude con la ilusión y las llaves a su nueva propiedad y se encuentra un solar.

A las frases de "investigar hasta el final" o "que caiga todo el peso de la ley" hay que darles un sentido, y sumarle una petición de que la casa sea reconstruida, y que se nos indemnice a todos los ciudadanos, y, lo que sería más importante, que se nos pida perdón. Y que sirva de ejemplo para que no vuelva a ocurrir más. En Huelva desgraciadamente no nos sobra nada, está casi todo por hacer, no podemos consentir que nadie desprecie un lugar como el Parque Moret, por el que muchos llevan años trabajando para el disfrute de todos nosotros. Quien no respeta lo público, aquí no cabe.

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