Querido Paco, permíteme este asalto inesperado de columnista menor y aficionado desde Huelva y este Saque de banda de pelota chica.

Viene esto al caso al encontrarme tu columna el viernes sobre Umbral y trocar en carta agradecida la columna modesta que le debo.

Le echo de menos y sí, también me pasaba como a ti; empezar el periódico por la contraportada para encontrarme con el genio. Durante un tiempo lo intenté, pero hay espacios que son irreemplazables. De Umbral aprendí que la verdad del columnista debe tener el valor de la letra gruesa, desde la libertad que sólo es atribuible a quien nada espera; la distancia individual, por encima de lo mordaz y de lo emocional que supone el hecho originario es algo que los años me van moldeando y no he conseguido aprender del todo.

En Umbral creo que los placeres forman parte indisociable de su actitud, mordacidad y valentía de lo que entendió perfectamente del entorno, y los días el compromiso diario con el hecho que alumbraba su columna.

Retratista veraz y mordaz de la realidad, cronista fidedigno. Desde Galdós y en mi modesta opinión, mejor que él, no ha habido en la literatura española mejor cronista social. Echo de menos la columna periodística elevada a arte cada mañana; el magisterio de su luz y lo que dejé de aprender al apagarse el candil.

Literatura en mayúsculas. No sé si te pasaba Paco, pero cuando leía sus Placeres y sus días, el resto del periódico era mera anécdota.

Cuántos cafés de cinco minutos para robar el periódico y de paso el artículo de la contraportada, porque ese día no había más tiempo, entre viaje y viaje, para encontrarse con la lámpara del genio como elemento indispensable del día, como el croissant de la mañana o el beso de mis hijas.

Hace unos años me empapé de Mortal y Rosa y ahí está la otra cara del genio, en lienzo blanco, donde el Nobel se queda corto y quizá por eso no se lo dieron. Al fin y al cabo tanta genialidad no se puede encasillar; tan sólo deleitarse.

Si sería genial, que consiguió dar relevancia a la cateta, que años antes lo había intentado con Niki Lauda. Mera anécdota en aquella inefable entrevista, que Umbral elevó a categoría años más tarde y para siempre: "Yo he venido aquí a hablar de mi libro".

Pero nos falta el candil; supongo que a ti también, Paco. Siempre tuyo.

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