La llegada de febrero siempre nos trae aires de fiesta nueva. Es un mes especial. Con 28 días. Con fiesta rociera de Candelaria, con cumpleaños real, con fecha fija para los enamorados y sobre todo, para muchos, por el Carnaval.

En esta ocasión el despelote carnavalero comenzó hace meses en Cataluña. ¡Eso sí que es un Carnaval! Lo nuestro es más sencillo, más armonioso, con guitarras y sonidos de pitos de cañas, con letras que hacen reír y con otras que nos dan riendas para pensar, dramatizar momentos y hasta llorar. El Carnaval catalán no tiene nombre. La aventura surgida por aquellas tierras con afanes independentistas, con pensamientos fijos de malestar con España, por parte de algunos, con insidias políticas que dan pena, con un cachondeo que no se merece esa región española a la que siempre admiramos. Antes, cuando se hablaba de un catalán, siempre sonreíamos con amistad por aquellos de la "la pela es la pela", que no es más que un sinónimo de ir haciendo caja para aumentar los ingresos. Pero nada más. Hoy muchos habitantes de la autonomía donde, por lo menos antes, "la bolsa sona", se han enfadado por una cómica representación carnavalesca gaditana, muy celebrada y aplaudida en el Falla, por trasplantar al escenario un realité sin malicia y con mucho humor de las cosas que están pasando por allá arriba cerca de los Pirineos. Y eso no está bien. Cádiz se califica como la patria de la libertad. Ya lo expresaron en 1812, pero además del libre pensamiento con gracia, con chiste de comparsa, con humor, grotesco, ácido o escatológico, pero siempre con un ingenio que no quiere ofender, sino hace reír hasta las últimas consecuencias que facilitan los riñones. Nada más.

Para entender el Carnaval de Cádiz, hay que conocerlo, hay que vivirlo o como dicen las letrillas del Falla a coro lleno del público gaditano: ¡Hay que mamarlo! Por eso el ajusticiamiento, con chiste y para divertir que hicieron unos carnavaleros el otro día en el Falla, no fue más que una grotesca broma. Lo que no es una broma para quienes nos sentimos españoles de rojo y gualda, amparados y defendidos por unas leyes, por una Constitución, por unos ideales y por unos valores sagrados, es el auténtico carnaval catalán que estamos viviendo y sufriendo desde la distancia.

Este año, de verdad, que a mí no me pregunten cuál es el mejor Carnaval de toda la geografía española. Siempre lo fue el de Cádiz, sin dudas, ahora no, el auténtico Carnaval de 2018 es el que nos están ofreciendo los vecinos de Tabarnia.

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