Si no fuera porque las cuestiones tienen alta trascendencia para la convivencia social y la unidad nacional, habría que pensar o, mejor dicho, discernir, si estamos en una pesadilla o en clave de humor pero del malo, porque hay personajes, argumentos y actitudes al límite de la bufonada, el esperpento o la picaresca y aún siendo lo que sea, la conclusión es siempre negativa, por no decir lamentable.

Y es que desde pretensiones de cambiar un reglamento parlamentario hasta modificar la Constitución, sin saber muy bien por qué ni para qué, máxime si alguno de quienes lo propugnan no sabe definir lo que es nación, como tampoco lo que es un estado federal, estamos arreglados, tal cual es el caso de ZPedro. Con la Constitución, de entrada, lo que hay que hacer es cumplirla y, en todo caso, discernir qué se pretende realmente con cambiarla. Sobre el tema ya se han pronunciado en la correspondiente comisión algunos de los ponentes constitucionales del 78, con un nivel y el curriculum que, a día de hoy, verlos asusta porque me dirán ustedes dónde encontramos un mínimo parangón entre los políticos de hoy. ¿Quiénes tienen la talla de un Herrero de Miñón, Roca, Guerra o Pérez Llorca, sin citar los ausentes, Solé Tura, Peces Barba, Fraga o Cisneros? Ya sabéis pues, ZPedro y compañía, a estudiar antes de equipararnos a los "padres constitucionales".

Por otra parte, los catalinos con su reglamento a cuestas para intentar investir a un presunto delincuente fugado como presidente telemático de la Generalidad y más ahora con un problema, sobrevenido, como el de Tabarnia, sinceramente complicado lo tiene. Mientras tanto, nos encontramos con la inquebrantable lealtad de muchos hacia el desleal fugado y cuando ellos estaban encarcelados, el otro tomaba mejillones en Bruselas y encima, ahora, buscan desesperadamente nuevos leales que tomen el relevo, limpios de aproximaciones delictivas y dispuestos a inmolarse en defensa del nota que nos tiene hartos de coles -de Bruselas- se entiende.

Para colofón, el Ernesto Maragall que no supo ser ni estar en el papel institucional que por edad le correspondió y buscó sus minutos de gloria con discurso panfletario incluido y un ejercicio de autoritarismo, reflejo del derrotado, ante la vencedora Arrimadas, en clara demostración de nula talla personal y política.

Así, pues, no vale "cambiar por cambiar", ni lo que es marco legal del Estado de Derecho, ni las reglas del juego con el partido ya en juego, lo que evidencia el afán de lo particular sobre lo general y, en consecuencia, escasa categoría política.

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