¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Cajas chinas

En el incierto horizonte de la izquierda sólo se observa un nombre con interés: Errejón, "pero no tiene agallas"

La reflexión la hizo el historiador José Manuel Cuenca Toribio en su chalé cordobés repleto de libros y recuerdos: tanto la derecha como la izquierda se encuentran sumidas en conflictos intestinos de cuyo resultado final dependerá en gran parte la política española en los próximos tiempos. Del primer tiroteo estamos teniendo sobradas noticias durante esta semana. Ciudadanos, un partido que hace apenas unos años era una incierta aventura cuyo candidato salía desnudo en los carteles electorales, ya calienta con su aliento la nuca de un PP desprestigiado por la corrupción, envejecido ideológicamente y resentido tras los comicios catalanes. El nerviosismo entre los populares es evidente y las primeras escaramuzas, como esa absurda polémica sobre si Arrimadas debe intentar formar Govern -algo científicamente imposible-, no hacen más que poner en evidencia los problemas en el vuelo del charrán. El encuentro entre Rajoy y Rivera de ayer no fue más que una brevísima tregua.

La otra batalla, como advertía Cuenca Toribio, quien conserva el aire de familia de los grandes popes del conservadurismo intelectual hispano -traje gris y gafas rotundas-, está en la lucha por el control de ese espacio imaginario que es la izquierda. Es este un combate mucho más enmarañado que el que ocupa a la derecha. Primero porque aún se tienen que despejar las dos batallas internas que ocupan a Podemos y PSOE (la política española se asemeja cada vez más a un complejo juego de cajas chinas). Y segundo, porque tiene un contenido ideológico mucho más denso, en el que se debate el futuro de la maltrecha socialdemocracia. Ni Pablo Iglesias ni Pedro Sánchez parecen los hombres más adecuados para cruzar el río Jordán. El podemita porque, tras los destellos iniciales, ha mostrado su verdadero rostro de paleoizquierdista incapaz de superar los discursos sectarios. El socialista porque es puro humo que se mece con la brisa más suave. En el horizonte de la siniestra sólo se observa un nombre con interés: Íñigo Errejón, quien podría ser la esperanza blanca de una nueva socialdemocracia. Gusten o no sus ideas, pocos como él están haciendo un esfuerzo más sincero por renovar el discurso de la izquierda centrándose en los verdaderos problemas: precariedad laboral, sostenibilidad de las pensiones, desigualdad, envejecimiento... El talón de Aquiles de Errejón, como nos dijo un buen conocedor de los intríngulis morados, es que "no tiene agallas; posee temperamento intelectual, pero no político; en el juego interno se la dan siempre". Y ya saben, en política, como en la vida misma, sin valor no se va a ningún sitio que merezca la pena.

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